Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 593
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Capítulo 593:
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«¿Así que me toca a mí encargarme de todo el seguimiento de este proyecto?», preguntó, sin molestarse en ocultar el tono cortante de su voz.
«Así es», respondió él.
Genial. Eso significaba lidiar con Marc. Otra vez. Y otra vez.
Lo que William no sabía era que Alonzo había metido a Marc en la mezcla, emparejándolo directamente con ella. Y, por ahora, ella no iba a decírselo, no había necesidad de agitar más las cosas.
Como ya había dejado atrás su historia con Marc como algo del pasado, Stella pensó que era mejor lidiar con él de frente en lugar de esquivarlo como si fuera una mina terrestre cada vez. Evitarlo no resolvería nada.
Marc dirigía ahora el Walsh Group. Le gustara o no, sus caminos estaban destinados a seguir cruzándose.
—El envío de tu tío acaba de pasar la aduana —dijo William—. Debería llegar en unas dos semanas.
Hizo una pausa. —¿Qué tal ha ido todo con mi tío?
Stella no estaba segura de qué quería sonsacarle, pero respondió con sinceridad. «No lo he conocido. Envió a su asistente para hablar conmigo en su lugar».
William se rió entre dientes, con los ojos oscuros por la diversión. «Es típico de él. Siempre calculando».
Por su tono, Stella se dio cuenta de que las cosas entre William y su tío no eran precisamente cordiales.
Y ahora que hacían negocios juntos, con Marc en medio, tenía que andar con cuidado.
—Tú y tu tío… no os lleváis muy bien, ¿verdad? —preguntó ella.
La respuesta de William fue evasiva. —No diría que estamos enemistados.
Stella arqueó una ceja. ¿Qué clase de respuesta era esa?
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Como estaba claro que él no quería entrar en el tema, ella lo dejó pasar.
—Me voy —dijo—. Te mantendré informada si hay algún cambio en el proyecto. —Y con eso, terminó la llamada.
Seguía molesta por haberse visto envuelta en más trabajo de la nada. Menos mal que el laboratorio de investigación funcionaba sin problemas.
Esa noche, justo cuando se disponía a acostarse, su teléfono se iluminó.
Marc.
Tuvo que desbloquear su número gracias a su relación profesional. Aun así, ver su nombre aparecer en la pantalla después de tanto tiempo la desconcertó por un segundo.
Recostada contra el cabecero, descolgó.
—¿Qué pasa?
La voz de Marc era cálida y suave como siempre. —Stel, ¿estás libre mañana? Puedo pasar por el laboratorio y recogerte.
Stella frunció el ceño. —Sr. Walsh, no somos precisamente amigos.
—Quizá no, pero ahora somos socios —dijo Marc—. El Sr. Alonzo Briggs quiere que compruebes la calidad del último envío en el puerto mañana. Pensé en llevarte yo.
Era una razón legítima. Si algo salía mal más tarde, ella sería la responsable.
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