Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Capítulo 721
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Capítulo 721:
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—Tienes razón —admitió Daemonikai.
—Después de lo de esta noche, lo volveré a intentar. Quizás… haga algo diferente. Quizás la lleve a la cabaña, allí tenemos buenos recuerdos.
—Es una idea sensata.
—Algo tiene que cambiar. No podemos seguir así. Se hizo un breve silencio.
Vladya rompió el silencio.
—Sobre las hembras en celo desaparecidas, hay novedades.
Daemonikai no estaba particularmente interesado en eso en ese momento, pero le hizo un gesto para que continuara.
—Ha aparecido un testigo ocular. Según él, vio a unos hombres vestidos de negro arrastrando a una hembra de su vivienda por la noche. Fue la última vez que la vieron —dijo Vladya.
—Afirmó que el olor de la hembra era fuerte, creía que estaba a punto de entrar en celo.
—¿Puede identificar a alguno de los hombres si los vuelve a ver? —preguntó Daemonikai.
—Ese es nuestro siguiente paso. Ya he dado la orden de que lo traigan. —Vladya dio un codazo a Daemonikai e inclinó ligeramente la barbilla.
—Mira.
Daemonikai siguió su mirada. Al otro lado del campo, justo más allá de las hileras de plantaciones, habían aparecido Emeriel y Aekeira, cada una con una cesta llena de verduras frescas. Tenían las cabezas inclinadas y hablaban en voz baja. La risa llegaba hasta él con la brisa, clara y brillante como el canto de los pájaros.
Daemonikai aguzó las orejas y se concentró en el sonido. Verla así, despreocupada, en paz, radiante con un vestido holgado que bailaba alrededor de la redondez de su vientre, le alivió un poco el dolor de cabeza.
—He estado pensando…
Vladya le lanzó una mirada de reojo.
—Si me curo de esta locura y nuestro vínculo no se restaura, Emeriel y yo realizaremos el ritual de unión.
Vladya se burló, sorprendido.
—¿Lo harías?
Sus ojos permanecieron fijos en Emeriel. Nunca se cansaría de verla así… completamente despreocupada y feliz. Haría cualquier cosa para capturar esa felicidad para ella para siempre.
—Si ya no somos almas gemelas, la convertiré en mi compañera. Ukrae puede ser el maestro de las bromas crueles, pero es un tonto si cree que alguna vez la dejaré ir. Con vínculo o sin él, ella es mía.
Esa noche, Vladya observó a su amigo a través de la estrecha ventana, detrás del grueso cristal protegido. Dentro de la cámara, Daemonikai gruñía y rugía, con los ojos amarillos enfurecidos.
Se retorcía, con el sudor corriendo por su pecho desnudo y los músculos tensos. Luchaba salvajemente, aunque la prisión fuertemente fortificada garantizaba que ningún sonido pudiera escapar. Tenía los dientes rojos por su propia sangre, que se había mordido la lengua una y otra vez.
Vladya apretó los puños. Odiaba ver cómo se desarrollaba esa agonía sin ningún alivio a la vista. Sufrir una lujuria sin fin durante las largas y oscuras horas de la noche hasta que sus fuerzas fallaban y quedaba vacío, hasta que la locura seguía su curso.
En noches como esa, Vladya rara vez conseguía dormir. Muchos otros nunca podrían entender realmente al demonio contra el que luchaba Daemonikai ni lo cerca que estaba de destruirlo, pero Vladya sí.
Sabía que el fuego con el que jugaban comenzaba a arder más de lo que podían contener. Cada episodio era peor que el anterior. Cada vez, Daemonikai se volvía más errático y violento. Sin embargo, siempre había habido un pequeño consuelo que se mantenía constante.
Por muy cruel que se volviera la locura, los episodios nunca duraban más de veinticuatro horas. Se derrumbaba, dormía y luego se despertaba, agotado pero cuerdo. Veinticuatro horas era siempre el límite.
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