El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1426
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Capítulo 1426:
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Nunca se debe tener piedad con los impenitentes. Esa compasión fuera de lugar solo permite que el resentimiento se enconen indefinidamente.
«Lo que le has dicho hoy la perseguirá toda su vida», observó Corrine con tranquila certeza. «Arrepentimiento o remordimiento, puede que nunca encuentre el camino hacia el perdón».
La obstinada resistencia de Marcia al cambio siempre había surgido de su convicción de que ascender en el Grupo Ford estaba fuera de su alcance. Ahora, ante la revelación de la verdadera identidad de Corrine, Marcia comprendió por fin la devastadora magnitud de su error de cálculo.
Natasha observó cómo los números del ascensor se iluminaban uno a uno y murmuró pensativa: «No se debe mostrar piedad con quienes traicionan a los suyos, o todos podrían percibir al Grupo Ford como un blanco fácil».
Los labios de Corrine se curvaron en una sonrisa de satisfacción. —Lo has manejado perfectamente.
En ese momento, las puertas del ascensor se abrieron y Corrine y Natasha salieron una tras otra.
Cuando Corrine terminó su trabajo, la luz ámbar inundaba las ventanas de la oficina mientras la tarde se desvanecía.
Miró su reloj y decidió recoger sus cosas e improvisar una visita a la finca de la familia Ford.
Las sombras del atardecer se extendían por los terrenos de la mansión de la familia Ford.
Corrine había mantenido deliberadamente en secreto su regreso, ya que quería observar sus reacciones genuinas.
Cuando Leland la vio, su rostro curtido se iluminó al instante y se dispuso a anunciar su llegada. Ella le indicó sutilmente que guardara silencio.
Leland lo entendió de inmediato, pero dudó al ver que se estaba reuniendo gente en el jardín. Se acercó a Corrine, bajó la voz hasta casi susurrar y dijo: «Señorita Holland, su timing no podría ser mejor. La familia está discutiendo los preparativos de la boda».
«¿Los preparativos de la boda?», Corrine se quedó paralizada, con los ojos muy abiertos ante aquellas palabras inesperadas.
Al notar su expresión de desconcierto, Leland se inclinó y le explicó pacientemente: «Es la de Jules».
Corrine lo comprendió al instante. Se maravilló de lo rápido que se estaba moviendo Jules, como si toda su vida se hubiera acelerado en su ausencia.
¿Solo faltaba una semana y ya estaban hablando de boda?
Respiró hondo para calmarse y se dirigió hacia el jardín.
Al acercarse, una voz suave llegó a sus oídos. —No quiero presionarte. Si realmente no quieres, podemos posponer la boda…
Las palabras quedaron suspendidas en el aire, impregnadas de humildad y compromiso. Algo en el tono despertó recuerdos en Corrine, transportándola de vuelta al tiempo que pasó con Bruce.
Cuando se acercó a él por primera vez tras enterarse de la crisis familiar, su decisión de ayudarle surgió puramente por gratitud.
Pero, a medida que los días se convertían en semanas, empezó a depender poco a poco de Bruce, confundiendo esa dependencia con amor.
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