El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1423
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Capítulo 1423:
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Ese gesto sencillo y gentil derritió el corazón de Nate. Sus brazos se cerraron alrededor de la cintura de ella con una fuerza sorprendente, como si intentara evitar que se escapara.
Corrine no se estremeció ni se apartó. Se quedó con él, inmóvil, acariciándole lentamente la espalda, con suavidad y firmeza, como si estuviera tranquilizando a un niño herido.
Entre ellos se estableció un silencioso entendimiento, expresado no con palabras, sino con la presencia. Nate permaneció en silencio y Corrine no insistió. Sabía muy bien que el orgullo de Nate nunca le permitiría exponer la cruda y dolorosa verdad que se escondía en lo más profundo de su ser.
Después de unos momentos, Corrine aflojó suavemente su abrazo.
Lo miró con seriedad inquebrantable. —Nate, te amo.
Nate respondió en voz baja: —Yo también te amo…
Antes de que pudiera terminar, Corrine se inclinó y lo besó en los labios.
Hasta ahora, ella rara vez había iniciado la intimidad, excepto anoche, confundida por el alcohol. Nate siempre había tomado la iniciativa.
Su inesperada audacia lo tomó por sorpresa, provocándole una oleada de placer que le iluminó el pecho.
La tomó en sus brazos y la levantó sobre el escritorio sin romper el beso.
El aire de la habitación se espesó con la pasión. Corrine sintió que su cuerpo se encendía bajo sus caricias, y su respiración se entrecortó cuando una ola de calor la recorrió en temblores.
—¿Deberíamos volver al dormitorio? —murmuró Nate, con la voz cargada de deseo.
Un profundo rubor se extendió por las mejillas de Corrine cuando levantó la vista y fijó su mirada en los ojos oscuros de él. Mordiéndose el labio inferior, susurró: «¿Qué tal si lo probamos aquí, en el estudio?».
Los labios de Nate se curvaron en una sonrisa. «¿Así que hoy me vas a dejar hacer lo que quiera?».
Corrine siempre había sido reservada en lo que se refería a la intimidad, vacilante y lenta en ceder.
Normalmente, Nate necesitaba tiempo y paciencia para convencerla de que cediera. Pero hoy, ella lo recibió con una facilidad poco habitual en ella.
Nate exhaló profundamente, con la respiración entrecortada mientras luchaba por controlar la tormenta que se desataba en su interior, con la voz ronca y baja. —¿Temes que haga alguna estupidez?
Los ojos de ella se suavizaron y extendió la mano, recorriendo con los dedos la curva de sus pobladas cejas y susurrando: —¿Lo harías?
—No —murmuró él. Tomó la mano de ella y la llevó a sus labios—. No hay nadie que se pueda comparar contigo. ¿Por qué iba a renunciar a su vida por alguien que no lo merecía?
Corrine levantó la cabeza y lo besó de nuevo. —No estás solo, Nate. Me quedaré aquí contigo.
No sabía muy bien cómo aliviar su dolor, pero después de pensarlo bien, comprendió que nada demostraría su determinación tan claramente como esas palabras.
Había dado por hecho que acabarían haciendo el amor allí mismo, en el estudio —incluso se había inclinado hacia él, dispuesta a ello—, pero no sucedió. Nate se limitó a abrazarla y decir: «Dejémoslo para otra ocasión. Necesitas descansar».
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