El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1422
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Capítulo 1422:
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Su tono era monótono, su rostro impenetrable y ni una sola emoción se reflejaba en sus palabras.
Sin embargo, Corrine sintió esas palabras como una puñalada en el pecho. El dolor era sofocante y, sin pensarlo, apretó con más fuerza la mano de él.
Desde que Bryant había mencionado vagamente a la señora Powell, una silenciosa sospecha se había arraigado en la mente de Corrine.
Ahora, con todo al descubierto, esa inquietante sospecha se había convertido en conmoción, especialmente por la profundidad del odio de Scarlette hacia Nate. Para Corrine, el nacimiento de un niño debería haber sido sinónimo de esperanza. Pero el corazón de Scarlette parecía consumido por un odio tan profundo que ahogaba todo lo demás cuando se trataba de Nate.
No había duda: cada palabra amarga que Scarlette lanzaba estaba alimentada por un deseo implacable de ver a su hijo destruido.
¿Qué podía llevar a una madre a despreciar al mismo hijo que una vez llevó en su vientre?
No hay crueldad más desgarradora que una madre que se vuelve fría y escupe veneno a su propio hijo mientras colma de afecto a su hijastro.
Quizá Scarlette se había convertido en lo que era porque se había vuelto a casar.
«¡Deberías darme las gracias!».
—¡Deberías darme las gracias! —siseó Scarlette por el teléfono—. Si no hubiera cometido un pequeño desliz en aquel entonces, ¡ni siquiera estarías vivo! —Su voz rezumaba desprecio—. Nate, te guste o no, soy tu madre, y tu vida me pertenece.
Sonaba tan arrogante como un ser sobrenatural que juzgaba a simples mortales.
En ese momento, la voz de Nate se volvió afilada como una navaja. —Yo decido qué es lo que pasa conmigo. Nadie más.
Y con eso, colgó.
El silencio que siguió fue sofocante, un vacío pesado que se tragó el aire de la habitación.
Corrine observó su perfil, tenso, sin emoción, y luego se acercó y lo rodeó con sus brazos, su contacto una promesa silenciosa de consuelo.
Cuando él se apoyó en su abrazo, ella lo sintió, apenas perceptible, pero ahí estaba. El temblor de su cuerpo.
En ese momento, algo se rompió en el pecho de Corrine. Sintió como si le hubieran agarrado el corazón con fuerza, apretándolo hasta que solo quedó un dolor punzante y palpitante.
A veces, el destino podía ser extrañamente justo: conceder a alguien un legado de privilegios y riqueza, mientras le negaba lo más esencial, el calor profundo del amor de una familia.
Nate parecía sereno y autoritario por fuera, pero bajo la superficie, su corazón llevaba cicatrices silenciosas y ocultas que nadie más podía ver.
Sin decir nada, Corrine lo atrajo hacia sí y le dio un suave beso en la frente, diciendo en silencio: «Estoy aquí. No me voy».
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