Yo soy el Alfa Dominante: Me perteneces - Capítulo 99
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Capítulo 99:
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Un orgulloso luchador de Ashfire. Jarek siempre había sido leal a la Manada de la Garra, pero no ocultaba su incomodidad con la alianza, sus dudas se hacían evidentes en cada mirada de reojo que lanzaba a los lobos de Ashfire.
—¿Algún problema? —pregunté, acercándome, con la mirada fija.
Jarek vaciló, sus ojos cambiando entre mí y Vira.
—No, Alfa… es solo que… no estoy seguro de confiar en esta alianza. No veo por qué los necesitamos cuando la manada Garra siempre se ha mantenido fuerte por sí sola.
Sus palabras tenían un toque de desafío, y pude sentir la tensión en el aire cuando los lobos cercanos se volvieron para escuchar. Mantuve mi voz tranquila, firme.
—Jarek, entiendo que esta alianza es difícil para algunos de vosotros. Pero tenemos que tomar una decisión: o confiamos plenamente los unos en los otros, o vamos a la batalla divididos. Y una manada dividida caerá.
Vira se encontró con la mirada de Jarek, con una expresión feroz pero serena.
—Puede que no confíes en mí, Jarek, pero yo no tengo dudas sobre mi lealtad a esta alianza. Estoy aquí para luchar a tu lado, no contra ti.
Hubo un destello de vacilación en los ojos de Jarek, un breve momento en el que vi flaquear la duda. Pero luego asintió con la cabeza, con expresión resignada, como si reconociera la verdad de sus palabras.
El ejercicio continuó y observé de cerca a Jarek y a los otros lobos que habían mostrado signos de vacilación. Esta era su oportunidad de demostrar su valía, de superar sus dudas o de arriesgar la unidad de la manada. Y a medida que avanzaba el día, vi cómo se arraigaba la transformación, cómo la cautela se desvanecía a medida que la confianza comenzaba a reemplazar al miedo.
Por la tarde, pasamos a la fase final de la prueba, un desafío que requería que cada pareja se enfrentara en una batalla simulada contra otros dos lobos, trabajando en tándem para protegerse mutuamente y dominar a sus oponentes. Aquí es donde surgiría la verdadera prueba de lealtad, donde cada lobo se vería obligado a confiar en su compañero con una profundidad de confianza que revelaría cualquier duda persistente.
Mientras las parejas se colocaban en posición, las observé, con el corazón acelerado por la anticipación, esperando ver la unidad que necesitábamos, pero preparándome para cualquier signo de fractura.
Lyle y Rhea se movían en perfecta sincronía, sus ataques coordinados, sus defensas impenetrables. Luchaban con una determinación que era impresionante, su vínculo claro en cada movimiento que hacían. Pude ver el orgullo en los ojos de Lyle, la forma en que confiaba implícitamente en Rhea, su lealtad inquebrantable a la alianza.
En otros lugares, vi a otras parejas moverse con una unidad similar, su lealtad y confianza las transformaban en fuerzas formidables. Lobos que alguna vez habían sido cautelosos entre sí ahora luchaban codo con codo, su lealtad forjada a través del sudor, la determinación y un compromiso compartido con nuestra causa.
Y entonces vi a Jarek. Luchaba junto a Vira, sus movimientos eran torpes y su coordinación vacilante. Estaba claro que todavía se estaba conteniendo, su desconfianza era una barrera que le impedía comprometerse plenamente con la alianza. Vira luchaba con feroz determinación, su lealtad era evidente en cada movimiento, pero la vacilación de Jarek la dejaba expuesta, vulnerable.
Di un paso adelante y me dirigí a él con voz aguda.
—¡Jarek! No es momento para dudas. O te comprometes con esta alianza o te haces a un lado.
Se quedó paralizado, su rostro palideció al encontrarse con mi mirada. Por un momento, vi el conflicto en sus ojos, la lucha entre su orgullo y su sentido del deber hacia la manada. Pero entonces, lentamente, asintió con la cabeza, una nueva determinación se apoderó de él.
Con renovada concentración, se volvió hacia Vira, con una mirada de disculpa, y reanudaron su lucha, esta vez con una unidad que me sorprendió incluso a mí. Se movían juntos, sus defensas eran más fuertes, sus ataques más coordinados. Al final del desafío, salieron victoriosos, jadeando pero unidos de una manera que no creía posible.
Cuando concluyó el ejercicio, reuní a los lobos, con el corazón lleno de orgullo mientras los miraba. Estaban exhaustos, magullados, pero había una luz en sus ojos, una fuerza que provenía de saber que habían superado sus dudas, que habían elegido la lealtad sobre el miedo.
«Hoy habéis demostrado vuestro valor», dije, con la voz llena del orgullo que sentía.
«Cada uno de vosotros ha demostrado que sois algo más que simples guerreros. Sois una manada unida. Cuando Silas venga, no encontrará una fuerza fracturada, encontrará una familia, unida por la confianza y la lealtad».
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