Yo soy el Alfa Dominante: Me perteneces - Capítulo 78
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Capítulo 78:
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Los primeros intentos fueron torpes, los lobos tropezaban unos con otros mientras trataban de encontrar el ritmo. Pero con cada intento, sus movimientos se volvían más precisos, su confianza aumentaba a medida que comenzaban a moverse como una sola unidad cohesionada.
Cuando se puso el sol, proyectando sombras por todo el recinto, habían encontrado el ritmo. Se movían juntos, cada lobo anticipándose al siguiente, una cadena inquebrantable de fuerza y confianza. Sentí una oleada de orgullo al observarlos, mi corazón se llenó al saber que, por primera vez, nos sentíamos realmente como una manada unida.
Cuando los lobos empezaron a dispersarse, exhaustos pero llenos de un orgullo silencioso, miré a Dante, que los observaba con la misma satisfacción que yo sentía.
«Estamos llegando», dijo en voz baja, cruzando su mirada con la mía.
«Se están convirtiendo en una fuerza a tener en cuenta».
Asentí, sintiendo la misma esperanza.
«Pero no podemos aflojar. Todavía no. Silas no esperará a que estemos listos».
—Entonces seguimos presionando —asintió él, con tono resuelto.
—Mañana, intensificamos. Son fuertes, Elara, pero tienen que ser inquebrantables.
Asentí, sabiendo que tenía razón. Estábamos al borde de algo importante, y la fuerza que habíamos construido hoy era solo el comienzo. La lealtad de la manada, su vínculo, sería la base de nuestra resistencia, pero aún nos quedaba un largo camino por recorrer antes de poder enfrentarnos a Silas con confianza.
Cuando regresé a la casa del Alfa, sentí que una tranquila determinación se apoderaba de mí. El entrenamiento continuaría, día tras día, hasta que todos los lobos pudieran estar juntos sin miedo ni dudas. Me aseguraría de ello.
Aquella noche, mientras yacía en el silencio de mi habitación, el peso de lo que nos esperaba me oprimía. Pero también sentí un rayo de esperanza, la sensación de que, juntos, podríamos tener una oportunidad. Con cada día, con cada sesión, nos estábamos convirtiendo en algo más que una manada: nos estábamos convirtiendo en una familia, unida por un propósito, por la lealtad y por la voluntad inquebrantable de sobrevivir.
Y cuando Silas llegara, se enfrentaría a una manada de Talon preparada para luchar por todo lo que apreciábamos.
El peso de lo que estábamos a punto de afrontar se posó sobre el recinto como una niebla. Silas había dejado claras sus intenciones, y todos los lobos presentes sabían lo que estaba en juego. No había forma de escapar a la realidad de que se avecinaba la guerra, y podía sentir la urgencia, el miedo silencioso y la determinación tácita en cada lobo que se movía por el recinto.
Elara estaba en el centro de todo, orquestando los preparativos con una concentración e intensidad que me dejaban orgulloso y preocupado a la vez. La observé mientras coordinaba grupos, asignaba lobos a puntos de defensa y elaboraba estrategias con Osric y Celia. Se comportaba con el aplomo inquebrantable de un verdadero alfa, con voz firme y decisiones firmes. Y, sin embargo, podía ver la tensión bajo su compostura, el peso de la responsabilidad que la oprimía.
El día fue un torbellino de preparativos: ejercicios de entrenamiento, comprobación de suministros, refuerzo de nuestras defensas a lo largo de las fronteras. Cada lobo aquí tenía un papel, un propósito, y por primera vez en mucho tiempo, yo también sentí esa sensación de pertenencia. Pero más que eso, sentí la necesidad de proteger a la manada, de compensar los años que había estado fuera y de demostrar que estaba aquí no solo para redimirme, sino para estar con ellos, verdadera y completamente.
Elara convocó una sesión de entrenamiento en el claro central, y me uní a los lobos allí reunidos, sintiendo la tensa energía en el aire mientras nos preparábamos para enfrentarnos. No se trataba solo de fuerza o habilidad; se trataba de enseñar a cada lobo aquí presente cómo luchar como una unidad, cómo confiar unos en otros cuando llegara la batalla. Para muchos de ellos, esta sería su primera pelea real, y yo conocía el miedo que eso conlleva.
Me encontré con la mirada de Elara cuando entró en el círculo y, por un momento, el resto del mundo se desvaneció. Me hizo un breve gesto con la cabeza, un reconocimiento silencioso que hablaba de confianza y propósito compartido. Fue un pequeño gesto, pero lo significó todo. Confiaba en mí, no solo como guerrera, sino como compañera en esta lucha, y no iba a defraudarla.
Se dirigió al grupo, su voz rompió el tenso silencio.
«Silas y su manada no se detendrán, y nosotros tampoco podemos hacerlo. Cada uno de vosotros os habéis entrenado, luchado y demostrado vuestra lealtad a esta manada. Pero la batalla que nos espera nos pondrá a prueba de formas que aún no hemos afrontado. Tenemos que estar preparados, no solo para luchar, sino para protegernos unos a otros».
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