Yo soy el Alfa Dominante: Me perteneces - Capítulo 61
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Capítulo 61:
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Cuando el sol se sumergió bajo el horizonte, proyectando un cálido resplandor sobre el recinto, sentí un renovado sentido de propósito. Yo era su alfa y ahora les había mostrado lo que eso significaba. Llevaría tiempo sanar las fracturas dentro de la manada, restablecer la confianza que se había roto y superar las pruebas que estaban por venir. Pero por ahora, había ganado un poco de su creencia, un destello de fe.
Y usaría esa fe, ese frágil vínculo, para guiarnos a través de lo que sea que nos esperara.
POV: Dante
La mañana de las pruebas alfa de Elara amaneció despejada y fría, el tipo de día nítido de otoño en el que cada sonido parecía más agudo, cada olor más vívido. Los lobos se reunieron alrededor de los terrenos de entrenamiento, con los ojos fijos en el centro donde estaba Elara, lista para enfrentarse a la serie de pruebas que determinarían su valía como alfa. Estas pruebas no solo consistían en demostrar la fuerza física, sino también la determinación, la resistencia y el espíritu de liderazgo.
Observaba desde el borde de la multitud, con el corazón latiendo con más fuerza de lo que quería admitir. Elara ya era Alfa a mis ojos, pero hoy tendría que demostrárselo a toda la manada. Una parte de mí estaba orgullosa, una profunda admiración se despertaba al mirarla, fuerte y concentrada, con la mirada inquebrantable. Pero otra parte de mí sentía algo parecido al miedo: un viejo instinto protector que me hacía querer estar a su lado, para protegerla de cualquier desafío que se le presentara.
Pero ese ya no era mi lugar. Elara era la alfa de la manada Garra, no una loba que necesitara la protección de nadie. Se enfrentaría a estas pruebas sola, como lo había hecho cada alfa antes que ella.
Osric se colocó en el centro del círculo, y su voz se oyó por encima de los lobos reunidos.
«Hoy, Elara se someterá a las pruebas tradicionales, pruebas que miden su fuerza, sabiduría y determinación. La manada no solo observa para ver si tiene éxito, sino para ser testigo de su compromiso con esta familia. Estas pruebas son tanto para ustedes como para ella».
Elara asintió a Osric, con expresión tranquila, aunque yo la conocía lo suficiente como para ver la tensión en su postura. Estaba lista, pero había un peso en sus ojos, una resolución silenciosa que me hizo respetarla aún más. Se estaba tomando esto en serio, no como una mera tradición, sino como una oportunidad para demostrar su valía a quienes dudaban de ella.
La primera prueba fue de resistencia: una agotadora carrera de obstáculos diseñada para presionarla físicamente, para poner a prueba su resistencia, su agilidad y su capacidad de adaptación y recuperación. El recorrido era brutal, lleno de troncos caídos, barro espeso, zarzas espinosas y subidas empinadas. Era una prueba que yo había hecho años atrás cuando todavía era joven y estaba hambrienta de aprobación, y sabía lo despiadada que podía ser.
Cuando Elara dio sus primeros pasos en el recorrido, sentí un torrente de nervios retorciéndose en mi estómago. Se movía con confianza, su concentración absoluta, y me sentí cautivada por sus movimientos. Superó los obstáculos con una intensidad que no había visto antes, cada uno de sus pasos lleno de determinación, su cuerpo sintonizado con las exigencias del recorrido.
Cuando resbaló en una zona embarrada, a punto de caer hacia delante, un murmullo recorrió la multitud. Me sentí tensa, contuve la respiración mientras se enderezaba, recuperando el equilibrio con una determinación inconfundible. No dudó, no dejó que el resbalón la sacudiera. En su lugar, empujó con más fuerza, con los ojos fijos en el camino que tenía por delante, su concentración inquebrantable.
Al verla así, recordé la fuerza que siempre había admirado en ella, una fuerza que solo se había profundizado con el tiempo. Elara no solo estaba demostrando su capacidad física; estaba mostrando a todos los lobos presentes el tipo de alfa que sería: firme, resistente e inquebrantable.
La segunda prueba fue de estrategia. A Elara se le presentó un escenario en el que tenía que tomar decisiones rápidas bajo presión, elaborando una estrategia de defensa contra un hipotético ataque enemigo. El escenario se desarrolló a través de una serie de desafíos cronometrados, cada uno diseñado para simular el caos de una batalla real.
La observé mientras escuchaba los detalles, su mente trabajando, sus ojos calculando. Sus decisiones llegaron rápidamente, pero fueron meditadas, cada una revelando una profundidad de visión que iba más allá del instinto. No solo planeaba la victoria, sino también la seguridad de su manada. Los lobos que me rodeaban la observaban atentamente, con expresiones que mostraban una mezcla de respeto y algo parecido al asombro. No solo era una luchadora, sino también una líder.
Cuando comenzó la tercera y última prueba, una tensión silenciosa se apoderó de la multitud. Esta era la prueba más agotadora de todas: la prueba de lealtad y coraje. Era una prueba de fuerza de voluntad, del tipo de fuerza que iba más allá de los músculos y las tácticas. Elara tendría que enfrentarse a una fila de lobos, cada uno de ellos elegido para desafiar su determinación, su resistencia y su espíritu. Tenía que permanecer en pie, sin importar lo que se le presentara, sin importar cuántas veces fuera derribada.
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