Yo soy el Alfa Dominante: Me perteneces - Capítulo 6
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Capítulo 6:
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Dijo: «No eres Marcus, Elara. Eso está claro. Pero aún está por ver si eso es una fortaleza o una debilidad».
Me enderecé, dejando que sus palabras se asentaran sin inmutarme.
—Entonces observa con atención, Osric. Porque te demostraré a ti y a la manada que la unidad no nace del miedo. Nace de la confianza. Y me la ganaré, paso a paso.
POV: Elara
Asumir el papel de alfa fue como estar en medio de una tormenta. Cada decisión, cada palabra, tenía más peso del que podía haber previsto. Mientras me movía por el recinto aquella mañana, saludando con la cabeza a los miembros de la manada a mi paso, podía sentir la corriente subterránea de inquietud que los recorría. Era sutil: una postura ligeramente más rígida, ojos desviados, conversaciones en voz baja que cesaban cuando me acercaba. Me respetaban porque tenían que hacerlo, pero la verdadera lealtad seguía siendo una esperanza lejana.
El recinto en sí parecía reflejar esa tensión. Los caminos empedrados entre las casas revestidas de madera estaban resbaladizos por el rocío de la madrugada, reflejando el gris apagado de un cielo nublado. Los lobos se movían con determinación, sus pasos amortiguados por la tierra húmeda, sus voces bajas mientras intercambiaban miradas. El aire transportaba el penetrante olor a pino y el leve mordisco metálico de la fragua, donde se reparaban las armas en previsión de la amenaza de Silas. Todo estaba al límite, oscilando entre la preparación y la duda.
La reunión del consejo me dejó con un dolor familiar y persistente en el pecho. Al salir de la sala, todavía tenía en mente las palabras de Osric: «Confianza y unidad: sin ellas, hasta el alfa más feroz puede caer». Las dudas sobre mi liderazgo no eran nuevas, pero oírlas pronunciadas en voz alta añadieron peso a la carga que ya llevaba.
El salón era sofocante, la hoguera en el centro proyectaba sombras parpadeantes sobre los rostros de los miembros del consejo sentados alrededor de la mesa circular. El olor a madera quemada y cuero viejo llenaba el aire mientras las voces se superponían, sus tonos agudos chocaban como cuchillas.
«Su plan es demasiado ambicioso», había dicho Miriam, entrecerrando sus ojos de halcón mientras cruzaba las manos frente a ella.
—Las patrullas son una cosa, pero ¿reorganizar toda la estructura de entrenamiento? Es innecesario. Deberíamos centrarnos en fortificar las fronteras.
—Las fronteras no tienen sentido si la manada no está preparada para luchar unida —contestó Lyle, el miembro más joven del consejo. Su voz transmitía un fuego que desmentía su edad, aunque sus dedos golpeaban nerviosamente la mesa.
—Silas no solo está poniendo a prueba nuestras defensas, sino también nuestra unidad. —Miriam resopló, con los labios curvados en gesto de desdén.
—La unidad no detendrá a sus lobos si nos superan en número tres a uno. Necesitamos estrategia, no idealismo.
—La unidad es estrategia —intervino Celia, con su tono tranquilo rompiendo la tensión creciente.
«Si la manada no confía en los demás, se desmoronará en el momento en que Silas ataque».
Osric se reclinó en su silla, con los brazos cruzados. Su mirada penetrante estaba fija en mí, pero su voz, cuando llegó, fue tranquila.
«La confianza no se construye de la noche a la mañana. Y tampoco el respeto. ¿Cuál es exactamente tu plan para ganártelo, Elara? ¿O estamos jugando el futuro de la manada con palabras y promesas?».
Todas las miradas se volvieron hacia mí, el peso de sus expectativas se cernía sobre mí como una montaña. La luz del fuego bailaba sobre la madera pulida de la mesa, las sombras en sus rostros dificultaban la lectura de sus expresiones. Dejé que el silencio se extendiera por un momento, conteniendo la respiración antes de responder.
«El respeto se gana con la acción», dije, con voz firme a pesar del nudo en el pecho.
—Por eso entrenaré junto a las patrullas. Si la manada ve que estoy dispuesto a luchar a su lado, a trabajar tan duro como ellos, empezará a recuperar la confianza que hemos perdido. No se trata solo de prepararnos para Silas, se trata de hacernos más fuertes como manada.
Un murmullo recorrió la sala. Lyle asintió con la cabeza, con expresión pensativa, mientras Miriam ponía los ojos en blanco, murmurando algo entre dientes. Osric permaneció en silencio, su mirada escrutando la mía como si sopesara mi determinación.
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