Yo soy el Alfa Dominante: Me perteneces - Capítulo 57
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 57:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Los lobos se miraron, sintiendo una sensación de unidad. Pude ver cómo se enderezaban, cómo se miraban unos a otros con un nuevo sentido de propósito. Ya no eran solo individuos, sino que formaban parte de algo más grande, una familia unida por la lealtad y la confianza.
Después del entrenamiento, Ash se me acercó con expresión pensativa.
—Gracias, Dante. Creo que ahora entiendo por qué volviste.
Me encontré con su mirada, sorprendido por la sinceridad en sus ojos.
—¿De verdad?
Asintió.
—Se trata de la manada. De proteger lo que importa, pase lo que pase. Solía pensar que se trataba solo de fuerza, de ser capaz de luchar. Pero es más que eso, ¿verdad?
Sonreí, sintiendo cómo crecía en mí un sentimiento de orgullo.
—Tienes razón, Ash. La fuerza es importante, pero no es nada sin un propósito, sin lealtad. Eso es lo que hace diferente a la manada Garra.
Él asintió, una tranquila determinación se apoderó de él.
—Entonces lucharé por eso. Por la manada.
Cuando los lobos más jóvenes empezaron a dispersarse, sentí una sensación de paz apoderarse de mí. Estaban dispuestos a estar a nuestro lado, a luchar con todas sus fuerzas. Y por primera vez desde que había regresado, sentí que tal vez, solo tal vez, volvía a formar parte de la manada de la Garra de verdad.
Elara apareció a mi lado, con una expresión cálida y un orgullo silencioso en la mirada mientras observaba a los lobos más jóvenes regresar al recinto. Me miró, con una pequeña sonrisa en la comisura de los labios.
—Están aprendiendo de ti, Dante —dijo con voz suave—.
Les estás enseñando lo que significa ser un verdadero guerrero.
La miré, sintiendo el peso de sus palabras asentarse en mi interior.
—Solo intento ayudarles a estar preparados. Son el futuro de la manada de Talon. Merecen tener todas las oportunidades que podamos darles.
Ella asintió con la mirada pensativa.
—Y las tendrán, gracias a ti. Les has dado algo en lo que creer, una razón para luchar.
Permanecimos allí en un cómodo silencio, observando cómo los lobos más jóvenes desaparecían entre los árboles. Por primera vez desde mi regreso, sentí una sensación de pertenencia que no había sentido en años, una tranquila certeza de que estaba exactamente donde debía estar.
Mientras Elara y yo caminábamos de vuelta al recinto, una al lado de la otra, supe que, pasara lo que pasara, lucharía con todas mis fuerzas para proteger a esta manada, a esta familia. Porque eran más que lobos: eran parte de mí, parte de mi propósito. Y por ellos, enfrentaría cualquier batalla, cualquier amenaza, sin dudarlo.
POV: Elara
El sol se estaba poniendo, pintando el cielo de profundas rayas naranjas y carmesí, cuando el aullido de advertencia atravesó el aire. El sonido cortó la charla de los campos de entrenamiento, silenciando a todos los lobos en mitad de su paso. Mi corazón se hundió cuando comprendí el significado de la llamada: un ataque, justo más allá de la frontera.
Ya me estaba moviendo antes de que los ecos se desvanecieran, gritando órdenes mientras corría hacia la armería. Los lobos se apresuraron a seguirme, su entrenamiento se puso en marcha mientras se armaban con cuchillos y lanzas, sus rostros marcados por una sombría determinación. La tensión que había estado latente en la manada se convirtió en urgencia.
—¡Osric, reúne a las patrullas! —ladré mientras llegaba a él cerca del límite del recinto. Asintió bruscamente, moviéndose ya para organizar a los lobos más cercanos a la frontera. Dante apareció a mi lado, con el rostro tranquilo, pero con los ojos oscuros brillando con intensidad. No esperó instrucciones.
—¿Qué necesitas? —preguntó con voz firme.
Por un momento, dudé. Confiar en él ahora, en el caos de la batalla, parecía una apuesta. Pero no tuve tiempo de cuestionar sus motivos. La seguridad de mi manada era lo primero.
«Estás conmigo», dije.
.
.
.