Yo soy el Alfa Dominante: Me perteneces - Capítulo 53
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Capítulo 53:
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«Tu presencia nos está dividiendo, Dante. Necesito a mi manada unida, no cuestionando si han respaldado al líder equivocado».
Por un momento, no dijo nada, con la mirada fija en la mía. Luego suspiró, pasándose una mano por el pelo.
—Tienes razón —dijo en voz baja.
—Mi presencia ha agitado las cosas. Y sí, una parte de mí… una parte de mí todavía siente la atracción de liderar. No puedo negarlo. Pero no es por eso que estoy aquí.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? —pregunté, con la voz más suave ahora, el enojo dando paso al cansancio.
Él miró mi mirada, con expresión firme.
—Porque creo en ti, Elara. Esta manada te eligió por una razón, y yo veo esa razón todos los días. Eres fuerte y te preocupas por ellos de una manera que yo nunca podría. Eres el Alfa que necesitan. Estoy aquí para ayudarte, no para reemplazarte.
La sinceridad en su voz era innegable, y atravesó la tormenta de dudas que se arremolinaba dentro de mí.
—Si lo dices en serio —dije—, entonces tienes que hacérselo ver. La manada no confía en mí ahora mismo, y tu presencia lo está empeorando. Necesito que les demuestres que estás aquí para apoyarme, no para ocupar mi lugar.
Él asintió lentamente.
—Lo haré. Dime qué necesitas que haga.
—Mañana —dije, con voz firme.
—En la asamblea. Ponte de mi lado. Háblales, no como líder, sino como un lobo que cree en esta manada y en mí. Hazles ver que estamos unidos.
«Lo haré», dijo de nuevo, con voz resuelta.
Por primera vez en días, sentí un rayo de esperanza. La presencia de Dante había fracturado la manada, pero tal vez, solo tal vez, él también pudiera ayudar a repararla.
A la mañana siguiente, cuando la manada se reunió en el recinto, sentí el peso de sus ojos sobre mí, las dudas tácitas presionando contra mi espalda. Pero no estaba sola.
Dante estaba a mi lado, con una postura tranquila y respetuosa. Cuando me dirigí a la manada, hablé con convicción, recordándoles lo que significaba formar parte de la manada Garra: unidad, lealtad y confianza. Y cuando Dante dio un paso adelante para hablar, su voz transmitió el peso de su sinceridad, y sus palabras tejieron un frágil hilo de tranquilidad.
Cuando terminó la asamblea, pude sentir el cambio, sutil pero real. Las dudas no habían desaparecido, pero la división ya no parecía insuperable. Cuando los lobos se dispersaron, me volví hacia Dante, con una silenciosa gratitud en mi corazón.
Por ahora, era suficiente. Pero sabía que la batalla por la unidad de la Manada de la Garra estaba lejos de terminar. Y con Dante a mi lado, la enfrentaría, paso a paso.
POV: Elara
La presión del liderazgo se asentó pesadamente sobre mis hombros, un peso que crecía con cada decisión, cada palabra, cada mirada que me dirigían. Era agotador, este equilibrio constante entre proyectar fuerza y tragar mis propias dudas. Cada día traía nuevos desafíos, nuevos susurros de descontento y el recordatorio interminable de que la unidad por la que había luchado tanto para construir era más frágil de lo que jamás había previsto.
Esta mañana, al amanecer sobre las montañas, me encontré de pie frente a la casa de los Alfa, el frío en el aire no lograba sacudir la tensión alojada en lo profundo de mis huesos. El complejo apenas comenzaba a moverse; los lobos se movían entre los edificios, preparándose para otro día de entrenamiento, de deberes que ya no tenían la paz de la rutina. Todo estaba contaminado por el conocimiento de la amenaza inminente de Silas y las divisiones que acechaban dentro de nosotros como una herida oculta.
Me abracé, respiré el aire frío y deseé, por una vez, poder dejar esta carga, aunque fuera por un momento. Pero sabía que no debía entretenerme con ese pensamiento. Los líderes no podían tomarse descansos, no en momentos como este.
Una voz familiar rompió mis pensamientos.
—Elara.
Me di la vuelta y vi que se acercaba el anciano Osric, con una mirada tranquila pero aguda. Osric siempre tenía algo de intimidante, una cierta mirada en sus ojos que hablaba de sabiduría y de toda una vida de experiencia. Mi padre había confiado en él como consejero de confianza, y en las semanas posteriores a mi ascensión, él había asumido un papel similar conmigo. Confiaba en él más de lo que me gustaría admitir.
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