Yo soy el Alfa Dominante: Me perteneces - Capítulo 42
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 42:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
—Osric, tú estás al mando aquí —dije, con un tono que no dejaba lugar a discusión.
Abrió la boca, como para protestar, pero cuando vio la determinación en mis ojos, asintió.
—Ten cuidado —dijo con voz ronca.
No perdí tiempo en responder. Atravesé el bosque, hundiendo mis garras en la tierra a cada paso. Los sonidos de la batalla se hicieron más fuertes, gruñidos y aullidos llenaban el aire mientras el olor a sangre se hacía más intenso.
Cuando atravesé la línea de árboles, la visión que se presentó ante mí me hizo que se me parase el corazón.
La frontera sur era un caos. Los lobos se enfrentaban en una maraña de pieles y garras, el suelo bajo ellos estaba resbaladizo por la sangre. Dante estaba en el centro, sus movimientos eran borrosos mientras se defendía de dos lobos a la vez. Más allá de él, Merris luchaba contra un lobo enorme, el segundo al mando de Silas. Sus movimientos eran precisos, pero la estaban haciendo retroceder, paso a paso.
—¡Mantened la posición! —grité, lanzándome a la refriega.
La manada se arremolinó a mi alrededor, con fuerzas renovadas mientras hacíamos retroceder a las fuerzas de Silas. Alcancé a Dante, nuestros ojos se encontraron por un breve instante. En su mirada, vi agotamiento, determinación y algo más, algo que me tranquilizó de una manera que no esperaba.
Juntos luchamos, sincronizando nuestros movimientos para hacer retroceder a los renegados. Paso a paso, cambiamos el rumbo de la batalla. Y aunque la batalla estaba lejos de terminar, una verdad quedó clara: Silas nos había subestimado. Y esa sería su perdición.
POV: Dante
Volver al territorio de la manada Talon fue como entrar en un sueño que no me había permitido tener durante años. El aroma familiar del pino y la tierra húmeda, los imponentes árboles que se elevaban hacia el cielo, el murmullo lejano de la manada… todo era igual. Y, sin embargo, todo parecía diferente. La calidez de pertenencia que una vez asocié con este lugar había sido reemplazada por el frío de la desconfianza. Me seguía como una sombra, llevada en las miradas cautelosas de los lobos con los que me cruzaba, sus ojos llenos de sospecha y una curiosidad cautelosa.
No les culpé. Para ellos, yo era el lobo que había abandonado a su familia, que se había ido y no había vuelto. Ahora, mi regreso no solo era inesperado, sino también inoportuno. El peso de su juicio se cernía sobre mí, pero lo hice a un lado. No había regresado para que me perdonaran. Había regresado por ella.
Cuando vi a Elara al otro lado del recinto, mi corazón dio un vuelco. Estaba cerca de los campos de entrenamiento, hablando con Osric y Celia. El viento le levantó el pelo y, por un momento, me impactó su imagen: la férrea determinación de su postura, el fuego de sus ojos. Parecía la Alpha que estaba destinada a ser, y me afectó más de lo que esperaba.
Una vez soñé con estar donde ella estaba ahora, con liderar la manada con fuerza y visión. Creí que mi destino era ser alfa, guiar a la manada Garra hacia una nueva era. Pero el destino tenía un cruel sentido del humor. Ese sueño se había desvanecido y ahora, al ver a Elara soportar el peso del liderazgo, sentí una mezcla de orgullo y algo mucho más oscuro, un dolor que no podía nombrar.
Me vio y su mirada se clavó en la mía. Por un momento fugaz, creí ver algo familiar, un destello de calidez, un recuerdo compartido, pero desapareció tan rápido como apareció, reemplazado por el acero cauteloso de un Alfa. Se acercó con pasos mesurados, su expresión indescifrable, su presencia imponente. Los lobos cercanos se callaron, su atención se desplazó hacia nosotros. Podía sentir sus ojos clavados en mí, su desconfianza era una fuerza palpable.
—Dante. —Su voz era tranquila, fría, pero la corriente subyacente de tensión era inconfundible.
—Elara. —Asentí, manteniendo mi voz firme.
—Has crecido en tu papel.
—Sus labios se crisparon, pero no hubo sonrisa.
—Y has regresado, sin avisar, después de todo este tiempo. Debes saber cómo se ve eso.
«Lo sé». El peso de sus palabras presionó contra mi pecho, pero no me inmuté.
«Vine porque me enteré de Silas. Sus planes, su creciente poder… no es algo que pueda ignorar».
«¿Y crees que podemos confiar en ti?». Su tono era agudo, cada palabra una cuchilla.
.
.
.