Yo soy el Alfa Dominante: Me perteneces - Capítulo 21
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Capítulo 21:
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«Exactamente».
Cuando los lobos empezaron a dispersarse, dirigiéndose a sus respectivos puestos con un nuevo propósito, me acerqué al fuego y contemplé sus centelleantes profundidades. El plan ya estaba en marcha, las piezas encajaban con una precisión que me hizo estremecer. La Manada Garra pensaba que eran fuertes, unidos, pero la unidad era algo frágil. Una grieta, un paso en falso, y todo podría derrumbarse.
Y cuando lo hiciera, yo estaría allí para reclamar lo que era mío. Detrás de mí, Tyrell se demoraba, su presencia era un peso constante.
—¿Estás seguro del espionaje? —preguntó, con la voz lo suficientemente baja como para que los demás no lo oyeran.
No me volví, mis ojos seguían fijos en el fuego.
—Ella conoce lo que está en juego. Si falla, muere. Así de simple.
Tyrell vaciló, luego asintió.
—Entendido.
Cuando finalmente se fue, me permití un momento de tranquila satisfacción. La Manada de la Garra era fuerte, sí, pero la fuerza no era rival para la precisión. No lo verían venir, no hasta que fuera demasiado tarde.
Y cuando cayeran, sabrían la verdad: la lealtad no era más que una cadena, y la unidad solo era tan fuerte como el eslabón más débil.
Rompería esas cadenas.
Y haría añicos esa unidad.
POV: Elara
La luna colgaba en lo alto del cielo nocturno, y su pálido resplandor proyectaba largas sombras sobre el claro. Esa noche se celebraba el Ritual de Unión, una de las tradiciones más antiguas de la Manada de la Garra, una ceremonia destinada a reafirmar la unidad de la manada y fortalecer los lazos que nos mantenían unidos. Pero mientras estaba de pie en el centro de la reunión, la tensión en el aire me decía que esa noche nos pondría a prueba de formas que no había previsto.
La manada se había reunido en un gran círculo, con los rostros iluminados por la luz parpadeante de una hoguera central. Lobos de todas las edades estaban hombro con hombro, con expresiones que iban desde la impaciencia hasta la cautelosa tranquilidad. Mi mirada los recorrió, deteniéndose en los grupos de lobos más jóvenes que susurraban emocionados, y luego en los más viejos cuyos ojos mostraban duda en lugar de confianza.
Dante estaba de pie cerca del borde del círculo, con una postura relajada pero con los ojos fijos en la reunión. Había mantenido la distancia durante toda la velada y, aunque su presencia se había vuelto menos polarizadora desde su regreso, estaba claro que algunas heridas aún no habían cicatrizado. Los murmullos de desconfianza persistían, sutiles pero persistentes.
Osric se acercó a mí, con una expresión estoica como siempre.
—Todo está listo —dijo con voz baja.
—Pero el ambiente no es el adecuado. Los ancianos lo vigilan demasiado de cerca.
No necesité preguntar a quién se refería con «él». La presencia de Dante era una grieta en los cimientos de este ritual, un recordatorio de las divisiones que estábamos luchando por reparar.
—Se mantendrá —dije, más para mí que para Osric.
—Tiene que hacerlo.
La mirada de Osric se detuvo en mí, su duda tácita pero pesada en el aire.
«Esperemos que tengas razón».
Armándome de valor, di un paso adelante y levanté las manos para pedir silencio. Los murmullos se apagaron y la atención de la manada se centró en mí.
«Esta noche nos reunimos como lo hemos hecho durante generaciones», comencé con voz firme.
«El Ritual de Unión es un momento para honrar lo que nos hace fuertes, no nuestras garras, ni nuestros colmillos, sino los lazos que compartimos como manada. Juntos, somos inquebrantables».
Una oleada de asentimiento recorrió a los lobos más jóvenes, pero los mayores permanecieron inmóviles, con expresiones indescifrables.
Seguí adelante.
«Este ritual nos recuerda que nuestra fuerza no radica en los individuos, sino en la unidad. Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar, y solo confiando unos en otros podremos hacer frente a cualquier amenaza que se presente».
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