Yo soy el Alfa Dominante: Me perteneces - Capítulo 147
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 147:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
«¡Juntos construiremos el futuro!».
Los lobos alzaron la voz en respuesta, un poderoso aullido que resonó entre los árboles, un sonido de unidad, de fuerza, de una familia que perduraría. La celebración continuó durante todo el día, con lobos compartiendo historias, risas y recuerdos. Comieron juntos, bailaron juntos, y el recinto se llenó de una alegría que se sentía a la vez rara y preciosa, un recordatorio de aquello por lo que habíamos luchado.
Al caer la tarde, los lobos se reunieron alrededor de una gran hoguera en el centro del claro. Las llamas crepitaban y danzaban, proyectando un cálido resplandor sobre los rostros de mis compañeros de manada, cuyas expresiones estaban llenas de paz, de una tranquila felicidad que me llenó de una profunda sensación de plenitud. Esto era más de lo que jamás había soñado: era un legado construido sobre el amor, la lealtad, una fuerza que ningún enemigo podría destruir jamás.
Uno a uno, los lobos se pusieron de pie para hablar, compartiendo recuerdos, honrando a los que se habían perdido, celebrando las victorias que nos habían traído hasta aquí. Los lobos jóvenes escuchaban con los ojos muy abiertos, inspirados por los relatos de valentía y resistencia, por las historias de lobos que se habían convertido en leyendas a los ojos de la manada.
Celia se levantó para hablar, con voz suave pero llena de emoción.
«Hemos pasado por muchas cosas juntos, cada uno de nosotros con nuestras propias cicatrices, nuestras propias historias. Pero hoy, nos mantenemos unidos, más fuertes de lo que podríamos estar nunca solos. Esta manada, esta familia, es nuestro legado, y es algo que perdurará en cada lobo que llame hogar a la Manada Garra».
A medida que la noche se hacía más profunda, miré a mi alrededor, sintiendo el calor del fuego, la cercanía de los lobos que se habían convertido en mi familia. Dante se sentó a mi lado, su presencia era un consuelo, un recordatorio de todo lo que habíamos pasado juntos. Tomé su mano, sintiendo la fuerza, el amor que nos unía, una conexión que había crecido a través de cada prueba, cada triunfo. Me miró, una suave sonrisa tocando sus labios.
—Lo hemos conseguido, Elara. Esta familia, este legado, es todo lo que soñamos.
Asentí, con el corazón rebosante de gratitud, con un sentido de propósito que me llenaba de una tranquila certeza.
—Sí, Dante. Hemos creado algo que perdurará, algo que perpetuará la memoria, la fuerza de todos los lobos que nos han precedido. La manada Garra es más que un nombre. Es una promesa, una familia, un hogar.
Mientras los lobos reunidos alrededor del fuego alzaban sus voces en un último aullido, un sonido que se extendió por el bosque, sentí que una sensación de paz se apoderaba de mí. Este era el futuro por el que habíamos luchado, el legado que habíamos construido juntos, un legado que perduraría, que inspiraría a generaciones de lobos que llamarían hogar a este lugar.
Habíamos superado la oscuridad, la lucha, y habíamos salido más fuertes, unidos. La Manada Garra era más que un territorio, más que una reunión de lobos: era una familia unida por la lealtad, el amor y el compromiso de protegerse mutuamente y proteger la tierra que llamábamos hogar.
Y mientras las estrellas brillaban intensamente sobre nuestras cabezas, proyectando su luz sobre el bosque, supe que estábamos preparados para lo que nos esperara. Éramos la Manada de la Garra, una familia, un legado, una fuerza que ninguna oscuridad podría conquistar jamás.
Esta era nuestra historia, nuestro legado. Y solo estaba empezando.
POV: Dante
Había pasado un año desde la batalla final con Silas. El complejo se sentía diferente ahora, pero todo se basaba en un ritmo familiar y constante. La Manada Garra se había reconstruido, no solo su territorio, sino también su espíritu. Los lobos de Garra, Ceniza, Cédro y hasta algunas otras manadas vecinas se mezclaban libremente, las viejas fronteras y divisiones eran poco más que recuerdos lejanos. Ya no éramos solo una manada; éramos una familia.
Hoy era un día especial, uno para el que Elara y yo habíamos pasado meses preparándonos. Era un día para honrar nuestro pasado, para reconocer nuestro viaje y para celebrar todo por lo que habíamos luchado. El recinto bullía de emoción mientras los lobos se reunían de todas partes, sus voces se mezclaban en un bajo zumbido de anticipación.
Me paré en la cresta que dominaba el recinto y observé cómo llegaban grupos de lobos que se saludaban con calidez y risas. Los lobos jóvenes se perseguían por el claro, los mayores compartían historias a la sombra de los árboles y los guerreros se saludaban con gestos de respeto. Era una visión de la que nunca me cansaría: una manada unida, inquebrantable.
Elara se unió a mí, su presencia a mi lado me daba estabilidad. Observó la escena que se desarrollaba bajo nosotros, sus ojos se llenaron de orgullo y un atisbo de emoción que rara vez dejaba ver a los demás.
.
.
.