Yo soy el Alfa Dominante: Me perteneces - Capítulo 143
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Capítulo 143:
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«Hoy marcamos el comienzo de un nuevo capítulo», comencé, con mi voz sobrepasando a los lobos reunidos.
«Ya no somos manadas separadas, definidas solo por territorio o historia. Somos algo más: una familia, unida por elección, unida por lealtad».
Un murmullo de acuerdo recorrió la multitud, un reconocimiento compartido de en lo que nos habíamos convertido. Continué:
«Juntos, honraremos a aquellos que nos precedieron, a aquellos que lucharon, se sacrificaron y creyeron en un futuro que nos uniría a todos. Hoy, comenzamos una nueva tradición: una Ceremonia del Legado, para recordar a aquellos que han marcado nuestro camino e inspirar a los que vendrán».
Miré a Celia, que dio un paso adelante con expresión sombría. En sus manos, sostenía una piedra ceremonial, grabada con símbolos que representaban el valor, la lealtad y la unidad.
«Esta piedra», comenzó, con voz suave pero resuelta, «servirá como recordatorio de aquellos que dieron su vida por nuestra familia, que se mantuvieron firmes con lealtad inquebrantable incluso frente a la oscuridad. Cada año, nos reuniremos y añadiremos una nueva marca, un símbolo de las pruebas y triunfos del año».
«Colocó la piedra en el centro del claro y observé cómo los lobos asentían con la cabeza, sus rostros reflejaban un profundo respeto, un compromiso con el legado que estábamos construyendo. Esta piedra llevaría las historias de nuestro pasado, un recordatorio para las generaciones futuras de la fuerza que nos había llevado hasta aquí».
Uno a uno, los lobos se acercaron, y cada uno añadió una pequeña ofrenda: una pluma, un mechón de pelo, una pieza de madera tallada, símbolos de los lobos a los que querían honrar, de los sacrificios que nos habían traído hasta aquí. Los lobos jóvenes observaban asombrados, con los ojos muy abiertos, el nacimiento de una tradición que daría forma a sus vidas y los conectaría con sus antepasados.
Después de la ceremonia, cuando la multitud empezó a dispersarse, Dante se me acercó, con una mirada cálida y un orgullo evidente.
«Esta tradición… es exactamente lo que necesitábamos. Una forma de perpetuar el recuerdo de todo aquello por lo que hemos luchado».
Asentí, sintiendo cómo el peso de la tradición se asentaba en mí.
—Sí. Es un recordatorio de que somos más que una manada, de que cada lobo aquí es parte de algo duradero, algo que sobrevivirá a cada uno de nosotros.
Me puso una mano en el hombro, con la mirada fija.
—Les has dado un futuro, Elara. Les has mostrado lo que significa pertenecer, tener algo que vale la pena proteger. Ese es un legado que nadie puede quitar.
Nos quedamos allí un momento, observando cómo los lobos intercambiaban conversaciones en voz baja, los cachorros jóvenes trazaban los símbolos en la piedra con los ojos muy abiertos, los mayores contaban historias de batallas pasadas, de héroes que habían marcado nuestro camino. Este era el corazón de la manada Talon, una familia unida por el amor, la lealtad y el compromiso compartido de proteger lo que habíamos construido.
En los días siguientes, vi cómo el impacto de la ceremonia del legado se extendía por la manada. Los lobos se entrenaban con renovado empeño, su propósito se agudizaba al saber que formaban parte de algo duradero. Los lobeznos empezaron a aprender las historias de la manada, relatos de valentía y resistencia que los guiarían, inspirándolos a defender los valores por cuya protección habíamos luchado tan duramente.
Una tarde, cuando el sol se hundía en el horizonte, me uní a Dante en la cresta que dominaba el recinto. Debajo de nosotros, los lobos realizaban sus rutinas nocturnas, y las risas y conversaciones se elevaban a través del aire fresco de la noche. Este lugar, que en su día fue solo un hogar para lobos de Talon, se había convertido en un santuario, un lugar de pertenencia para todos los que lo llamaban hogar.
—Mira lo que hemos creado, Elara. Una familia que seguirá adelante, sin importar los desafíos que se presenten. Hemos hecho algo que pocas manadas han logrado.
Me volví hacia él, con una leve sonrisa en los labios.
—Lo hicimos juntos, Dante. Cada paso, cada elección, cada sacrificio nos trajo hasta aquí. Y ahora… ahora es algo más grande que cualquiera de nosotros.
Me tomó de la mano, con la mirada llena de orgullo y gratitud.
—Nos has guiado con fuerza, con compasión. Le has dado a cada lobo aquí un lugar al que pertenecer. Ese es un legado que perdurará.
Cuando empezaron a aparecer las estrellas, proyectando una suave luz sobre el bosque, sentí que la paz se instalaba en mi interior, una tranquila certeza de que habíamos logrado algo duradero. La manada Garra ya no era solo un nombre o un territorio. Era una familia, un legado construido sobre la lealtad, la confianza y la fe inquebrantable de que juntos, podíamos enfrentar cualquier desafío.
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