Yo soy el Alfa Dominante: Me perteneces - Capítulo 141
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Capítulo 141:
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Una tarde, cuando el sol se hundía en el cielo, proyectando un cálido resplandor sobre el recinto, reuní al consejo. Osric, Celia, Mara y otros líderes de manada se unieron a Dante y a mí alrededor de una gran mesa en el claro central, con expresiones pensativas mientras esperaban a que comenzara la reunión.
«Hoy hablamos del futuro», comencé, mirando a cada uno de ellos.
«La amenaza de Silas ha desaparecido, pero todos sabemos que nuestros desafíos no han terminado. Ahora tenemos la oportunidad de construir algo que vaya más allá de lo que cualquiera de nosotros podría lograr por sí solo. La manada de Garras se ha convertido en un hogar para lobos de todos los ámbitos de la vida, y quiero que sentemos las bases de un futuro abierto, resistente y preparado para cualquier cosa».
Mara asintió con la cabeza, con una expresión de tranquila aprobación.
—Tienes la lealtad de Cedar Hollow, Elara. He visto la fuerza que aportas a tus lobos, la forma en que lideras con poder y compasión. Mis lobos se sentirían honrados de seguir siendo tus aliados, incluso cuando regresen a su territorio. Mantendremos nuestras fronteras abiertas y mantendremos una comunicación regular. Juntos somos más fuertes.
Osric habló a continuación, con voz llena de orgullo.
«Nunca hemos estado tan unidos. Si seguimos trabajando juntos, apoyándonos unos a otros como una red de manadas aliadas, podremos hacer frente a cualquier amenaza que se nos presente».
Miré a Dante, que asintió con la cabeza, con una expresión llena de determinación.
«Crearemos un consejo de representantes de cada manada aliada», sugirió.
«De esta manera, cada manada conserva su autonomía, pero actuamos como una sola cuando se trata de asuntos de defensa, seguridad y decisiones importantes. Siempre sabremos que tenemos aliados dispuestos a apoyarnos».
Los miembros del consejo murmuraron su acuerdo, y sentí una tranquila satisfacción apoderarse de mí. Esto era exactamente por lo que habíamos luchado: un futuro en el que nuestra fuerza no solo residía en nuestro propio número, sino en los lazos que compartíamos con los demás.
Pasamos el resto de la tarde discutiendo la logística: patrullas compartidas a lo largo de nuestros territorios, canales de comunicación entre las manadas y estrategias para entrenar a nuevos lobos que crecerían bajo esta alianza. Cuando la reunión llegó a su fin, sentí un renovado sentido de propósito. Habíamos pasado de ser una sola manada que se defendía a sí misma a algo más grande: una coalición de lobos unidos por la confianza, la lealtad y el compromiso de protegerse unos a otros.
Durante los días siguientes, vi cómo los planes que habíamos hecho empezaban a tomar forma. Los lobos de Ashfire y Cedar Hollow se movían libremente por el recinto, participaban en ejercicios de entrenamiento, se unían a las patrullas de caza y compartían las comidas. Era como si las líneas entre las manadas se hubieran difuminado, cada lobo encontraba un lugar, un papel en nuestra creciente comunidad.
Una noche, Dante y yo nos sentamos en la cresta que domina el recinto, observando cómo los lobos de las tres manadas compartían historias junto al fuego. Sus risas y conversaciones llegaban hasta nosotros, un sonido tranquilo que me llenó de una sensación de logro, de satisfacción.
«Está sucediendo, ¿verdad?», dijo Dante en voz baja, con la mirada suave mientras observaba la reunión.
—Este sueño de una manada unida, una familia que traspasa fronteras. Se están convirtiendo en parte de algo más grande.
Asentí, sintiendo el peso de sus palabras sobre mí.
—Sí. Y todos nosotros, cada lobo aquí, lo hemos hecho posible. Estamos creando un futuro en el que ningún lobo tenga que sentirse solo, en el que siempre haya alguien a su lado.
Dante me tomó de la mano, con un apretón cálido y firme.
—Tú los trajiste aquí, Elara. Les mostraste lo que era posible. Y ahora, la manada Garra es más que una simple manada. Es un legado.
Mientras el fuego parpadeaba en la distancia, sentí una profunda sensación de paz, una tranquila certeza de que estábamos en el camino correcto. Nuestra fuerza ya no se mediría por números o territorio, sino por los lazos que habíamos construido, la lealtad que nos mantenía unidos.
En los días siguientes, establecimos nuevas tradiciones, rituales que honraban tanto el pasado como el futuro que estábamos construyendo. Creamos ceremonias para dar la bienvenida a nuevos lobos, para reconocer actos de valentía y para celebrar las alianzas que nos habían unido. Cada tradición era un recordatorio del coraje y la resistencia que nos definían, una forma de honrar a aquellos que habían luchado por este futuro.
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