Yo soy el Alfa Dominante: Me perteneces - Capítulo 140
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Capítulo 140:
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Cuando llegó el turno de Dante, dio un paso al frente, con la mirada fija en la piedra mientras sostenía un pequeño colgante de plata. Era sencillo, pero inconfundiblemente significativo: un trozo de su pasado, un recordatorio de la lealtad y la fuerza que lo habían llevado de vuelta a nosotros.
«Este colgante me lo dieron cuando era un lobo joven», dijo con voz suave pero firme.
«Es un recordatorio de mi propio viaje, de los errores que cometí y de las lecciones que aprendí en el camino. Lo coloco aquí como una promesa, a esta manada, a todos ustedes. Estoy aquí para proteger, para servir y para honrar la memoria de aquellos que hemos perdido».
Cuando colocó el colgante en la piedra, sentí una oleada de orgullo, de gratitud por el viaje que nos había traído hasta aquí, por el vínculo que habíamos construido a través de cada lucha, cada sacrificio. Dante había vuelto a casa y ahora formaba parte de la manada Talon de una manera que iba más allá de la sangre o la lealtad. Era de la familia y sabía que estaría a nuestro lado, sin importar lo que nos deparara el futuro.
Cuando todos los lobos colocaron su símbolo, dimos un paso atrás y formamos un círculo alrededor de la Piedra del Legado. La pila de símbolos, tallas y piedras brillaba a la luz del fuego, un testimonio vibrante de nuestra unidad, de la fuerza compartida que nos llevaría adelante. Celia alzó la voz, con un tono lleno de fuerza tranquila.
«Que esta piedra sirva como recordatorio de quiénes somos», dijo, y su voz resonó en el claro.
«De los lobos que nos precedieron y del futuro que estamos construyendo juntos. La manada Garra es más que un nombre. Es una familia, un legado, unidos por la lealtad, la confianza y el amor».
Un murmullo de acuerdo recorrió la manada, los lobos asintieron, sus ojos brillaban con el entendimiento compartido de todo por lo que habíamos luchado, de todo lo que estábamos creando. Sentí que un calor se apoderaba de mí, una paz silenciosa que aliviaba el persistente dolor de la pérdida, el dolor que aún se aferraba a todos nosotros.
Dante me miró, una leve sonrisa tocó sus labios.
—Les has dado algo en lo que creer, Elara. Esta ceremonia, este legado, es algo a lo que pueden aferrarse, algo que perdurará.
Encontré su mirada, mi propia sonrisa suave, llena de gratitud.
—Nosotros les hemos dado algo en lo que creer, Dante. La Manada de las Garras no sería lo que es sin ti.
Extendió la mano y encontró la mía, un simple toque de conexión que soportaba el peso de todo lo que habíamos pasado juntos. Cuando la manada comenzó a dispersarse, algunos permanecieron junto a la piedra, otros se retiraron a la sombra de los árboles, y nosotros nos quedamos allí, uno al lado del otro, observando cómo nuestra familia, nuestra manada, encontraba fuerza en los demás, en el legado que estábamos construyendo.
La Piedra del Legado se erguía como testimonio de nuestro viaje, un recordatorio de los lobos que habíamos perdido y del futuro por el que luchábamos. Era más que un simple marcador; era un símbolo de nuestra resistencia, de la unidad que nos había llevado a través de los momentos más oscuros.
Y mientras miraba a Dante, sintiendo el calor de su mano en la mía, supe que, sin importar los desafíos que nos esperaran, sin importar las pruebas que enfrentáramos, las enfrentaríamos juntos. Porque la Manada de la Garra era más que una familia: era un legado, un vínculo que perduraría durante generaciones. Juntos, habíamos construido algo que perduraría, algo que guiaría a los futuros lobos mucho después de que nos fuéramos. Y en ese momento, de pie junto a Dante, rodeada de los símbolos de nuestra unidad, sentí una tranquila certeza de que la historia de la Manada de la Garra no había hecho más que empezar.
POV: Elara
Las semanas que siguieron a nuestra victoria sobre Silas estuvieron llenas de la silenciosa resiliencia de la reconstrucción. El complejo estaba lleno de los sonidos del trabajo: lobos restaurando lo que había sido dañado, fortaleciendo las defensas y creando un nuevo camino a seguir para la Manada de la Garra. Aunque la batalla había dejado cicatrices tanto en la tierra como en los lobos que vivían aquí, había un sentido de propósito en cada movimiento, un entendimiento compartido de que estábamos creando algo más fuerte, algo duradero.
Dante y yo trabajamos codo con codo, liderando los esfuerzos para reparar y fortificar las fronteras, para ampliar los espacios vitales de nuestra creciente familia. Con la alianza entre Talon, Ashfire y Cedar Hollow ahora asegurada, las manadas, antes separadas, se movían entre sí sin problemas, y sus lazos se solidificaron a través de pruebas y triunfos compartidos. Los lobos que antes se habían mostrado recelosos unos de otros ahora compartían risas, comidas e historias, y su camaradería era testimonio de la unidad que habíamos forjado.
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