Yo soy el Alfa Dominante: Me perteneces - Capítulo 124
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Capítulo 124:
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Podía sentir el peso del momento sobre mí mientras hacía mis rondas, comprobando cada grupo, ofreciendo palabras de aliento y tranquilidad. La manada respondió con asentimientos, afirmaciones silenciosas y una determinación que me llenó de orgullo. Tenían miedo, ¿y quién no lo tendría? Pero también estaban resueltos, comprometidos a defender su hogar y a defenderse unos a otros con todas sus fuerzas.
A medida que avanzaba la noche, reuní a la manada alrededor del fuego, un último momento de unidad antes de enfrentarnos a la tormenta. Las llamas crepitaban, proyectando una luz cálida y danzante sobre los rostros de mis lobos. Vi los rostros de los jóvenes y los viejos, los luchadores experimentados y los recién llegados, cada uno de ellos listo para estar a mi lado. Mara estaba de pie con sus lobos de Cedar Hollow, con la mirada firme, mientras Rhea y los guerreros de Ashfire se situaban cerca, con expresiones que reflejaban la misma determinación.
«Esta es nuestra noche», comencé, con la voz que se oía por encima del fuego.
«Esta noche, permanecemos unidos. Mañana, nos enfrentaremos a un enemigo que cree que puede quebrarnos, que cree que puede romper los lazos que hemos construido. Pero no nos conoce. No entiende la fuerza que proviene de la lealtad, de la unidad».
Un murmullo de acuerdo se extendió por la multitud, los lobos intercambiando asentimientos y miradas de propósito compartido. Sentí una oleada de gratitud por cada uno de ellos, por su coraje, su confianza. Silas podría venir con fuerza, con números, pero nosotros teníamos algo mucho mayor: el uno al otro.
Dante dio un paso adelante, su voz tranquila y llena de convicción.
«Nos hemos entrenado, hemos luchado y nos hemos preparado. Pero mañana, recordad lo que nos une. Cada uno de vosotros lucha no solo por sí mismo, sino por los lobos que están a vuestro lado, por la manada que es vuestra familia. Que esa sea vuestra fuerza».
Un coro de voces se alzó, sus aullidos llenaron la noche, una promesa de lealtad que resonó en el bosque. Cuando el sonido se desvaneció, los lobos comenzaron a separarse en pequeños grupos, algunos se reunieron con sus amigos más cercanos, otros buscaron momentos de reflexión en silencio.
Me acerqué al borde de la hoguera, contemplando a mis lobos, sintiendo orgullo y un profundo dolor en el pecho. El mañana podría traer pérdidas, sacrificios, pero también traería resistencia, una oportunidad de demostrar que la manada de la Garra no podía ser derrotada.
No me di cuenta de que Dante se acercaba hasta que estuvo a mi lado, su presencia me hizo sentir conectada con la tierra, me tranquilizó. Miró a los lobos, con expresión pensativa.
—¿Recuerdas la primera vez que nos quedamos así? —preguntó en voz baja, con un deje de nostalgia en la voz.
Asentí con una leve sonrisa en el rostro.
—Sí. Éramos jóvenes, llenos de ideas sobre lo que significaba ser fuerte, ser un líder. En aquel entonces, nunca podría haber imaginado… esto. —Se volvió hacia mí, con la mirada firme y llena de algo que iba más allá de las palabras.
«Elara, pase lo que pase mañana, debes saber que estaré a tu lado. Creo en ti».
Sus palabras se posaron sobre mí como una promesa, un consuelo que calmó la incertidumbre que había llevado conmigo.
«Y yo en ti, Dante. No podría haber hecho esto sin ti».
El silencio que siguió fue denso, lleno de todas las palabras que no necesitábamos decir, del entendimiento que había crecido entre nosotros en cada momento de prueba y triunfo compartido. El vínculo que habíamos forjado era más profundo que el destino, más fuerte que las circunstancias. Era una elección, una confianza que habíamos construido juntos.
Respiré hondo, sintiendo el aire de la noche llenar mis pulmones, anclándome.
—Dante, si mañana no sale como esperamos… si me pasa algo, tienes que prometerme que seguirás liderando, que los protegerás.
Me miró, con una expresión feroz, casi desafiante.
—No te pasará nada, Elara. Los dos saldremos de esta. Pero si algo llegara a pasar, yo los protegeré. Honraré todo por lo que hemos luchado.
Asentí, sintiendo el peso de sus palabras sobre mí.
—Gracias.
Durante un rato, nos quedamos en silencio, observando cómo los lobos se reunían en pequeños grupos, compartiendo historias, risas y momentos tranquilos de conexión. Esta era nuestra última noche juntos antes de la batalla, una noche que albergaba esperanza y miedo, un delicado equilibrio que sentía en cada fibra de mi ser.
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