Vuelve conmigo, amor mío - Capítulo 982
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Capítulo 982:
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Joelle le miró a los ojos, con la mirada fija. «Ryland, sé que eres capaz de distinguir el bien del mal».
Sabía que él no creería la verdad si se la decía directamente. Esperaba que el tiempo le hiciera ver la realidad. Solo entonces comprendería que no le habían hecho ningún daño.
Adrian regresó después de hablar con la aerolínea. A la tarde siguiente, los tres embarcaron en un vuelo de regreso a casa.
Mientras el avión ascendía, Ryland miró por la ventana, observando cómo la ciudad se encogía bajo él.
El lugar estaba destrozado, marcado, pero Wade lo había convertido en su hogar. Sin embargo, al final, ni siquiera había podido traer el cuerpo de Wade.
Ryland apretó la mandíbula. La turbulencia al despegar le recordó la forma en que había muerto Wade.
Cerró los ojos, tratando de alejar el recuerdo, pero era demasiado claro, demasiado vívido como para escapar.
De repente, un par de manos cálidas cubrieron su puño cerrado. Ryland levantó la vista y vio a Joelle, con el rostro marcado por la preocupación.
Ella también estaba tensa mientras el avión despegaba, pero le dedicó una pequeña sonrisa, forzándola a pesar de la ansiedad. —Nos vamos a casa.
¿A casa? ¿Acaso aún tenía un hogar?
A miles de kilómetros de distancia, ¿había un hogar para él?
Ryland no respondió, pero esta vez no apartó la mano de la de Joelle.
Los tres llegaron por fin a casa.
La villa era más grande de lo que esperaba, pero todo el lugar estaba inquietantemente oscuro. Molly observaba cada uno de sus movimientos desde las sombras. En un momento dado, cogió un walkie-talkie y, con voz baja, dio una orden. «¡Ahora! ¡Empezad!».
¡Bang!
El sonido agudo de los petardos de fiesta resonó y Ryland se tapó los oídos instintivamente, el ruido era tan estridente que casi echó a correr.
De repente, las luces inundaron la casa, iluminando todas las plantas, desde la primera hasta la tercera.
Ryland se sintió como una pieza de museo, rodeado de extraños que lo observaban como si fuera algún tipo de entretenimiento.
Pero ellos no se daban cuenta. Simplemente intentaban mostrarle amabilidad. En el tercer piso colgaba una pancarta con las palabras «Bienvenido a casa, Ryland» escritas en letras grandes. Las palabras le resultaban extrañas.
¿Por qué actuaban como si lo conocieran tan bien?
Aurora y Lucas eran los más maduros. Se acercaron para presentarse.
—Ryland, ¿te acuerdas de mí? Soy Aurora.
Ryland no la recordaba en absoluto. Pero había oído a Joelle mencionarla varias veces por el camino. Aurora era la hija mayor de Joelle y Adrian.
«Soy Lucas». Lucas le tendió la mano con voz firme.
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