Vuelve conmigo, amor mío - Capítulo 935
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 935:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Le costaba encontrar las palabras adecuadas para explicar el resto. Sus ambiciones, sus esperanzas, su deseo de ver sus ideales hacerse realidad… Todo parecía lejano, inalcanzable. En ese momento, estaba atascado, paralizado por la incertidumbre, incapaz incluso de pensar en algo tan simple como un remedio para el resfriado.
—¿No sigues pensando en desarrollar una cura para el cáncer? —preguntó Aurora.
De repente, Dunn sintió un suave y inesperado pinchazo en el corazón. Entrecerró los ojos y la miró con cara de confusión.
La sonrisa de Aurora era cálida.
—Cuando eras más joven, me hablaste de tu bisabuela, de lo mucho que sufrió antes de morir. Dijiste que entonces no había buenos medicamentos. Querías encontrar una forma de cambiar eso, de inventar algo que pudiera salvar vidas.
El recuerdo era borroso, pero las palabras resonaban en su mente. Era el sueño que había guardado en su corazón desde la infancia.
—¿Aún lo recuerdas? —preguntó.
Los ojos de Aurora se suavizaron mientras miraba al frente, con la misma determinación que él había visto en sí mismo hacía unos instantes.
—Siempre he pensado que eras increíble, incluso cuando éramos niños. Siempre fuiste muy considerado, muy bueno en todo. Y a medida que fui creciendo, ese sentimiento solo aumentó. Cada vez que conocía a alguien nuevo, te elogiaban. Siempre he creído que cualquier cosa que te propusieras, la lograrías.
Se volvió hacia él. —Así que, si te sientes agotado, no pasa nada por tomarte un respiro. Descansa por ahora y, cuando estés listo, descubrirás que ya te has acercado a tu objetivo.
Además, ella estaría a su lado, apoyándolo en cada paso del camino.
El ideal de Dunn se había convertido también en el suyo, y sus sueños estaban ahora entrelazados de una forma que ninguno de los dos podía negar.
—Aurora…
Había caído la noche y el mundo estaba envuelto en la oscuridad. Una farola junto a Aurora proyectaba un cálido resplandor dorado a su alrededor y, a su luz, sus ojos parecían brillar como gemas pulidas.
—¿Es solo una coincidencia que, allá donde vas, oigas a la gente alabarme? —preguntó Dunn.
Aurora no se atrevía a mirarlo a los ojos. El tiempo parecía ralentizarse, alargándose en una tranquila eternidad. Por un momento, deseó que el silencio durara para siempre. Así no tendría que devanarse los sesos pensando qué decir.
«No me había dado cuenta», dijo.
El rostro de Dunn seguía impasible, con esa expresión familiar y serena que se apoderaba de él cuando reflexionaba sobre las palabras de Rickey. Rickey había dicho que Aurora seguía todos sus pasos, que sentía algo por él. Si eso era cierto, ¿por qué no había dicho nada?
Los dos se quedaron allí sentados, perdidos en sus propios pensamientos, durante unos diez minutos.
Finalmente, fue Aurora quien rompió el silencio.
—¿Dunn?
—¿Sí? —Dunn miró a Aurora.
En ese momento, su teléfono vibró.
Aurora sabía que se iba a marchar por motivos de trabajo.
—Se está haciendo tarde. Debería irme a casa. Gracias de nuevo por las galletas de la fortuna —dijo con una sonrisa.
.
.
.