Vuelve conmigo, amor mío - Capítulo 915
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Capítulo 915:
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«Entonces…» Rickey dudó. Su tono vaciló, delatando su inquietud. «¿Lloraba mucho?».
La expresión de Dunn se volvió fría, y la leve sonrisa que había suavizado sus rasgos desapareció. No era alguien que sonriera fácilmente, no era su naturaleza. Pero se había dado cuenta de que su paciencia y su ternura eran solo para Aurora.
«Rickey, no dejaré que vuelva a llorar por ti en el futuro».
Al otro lado, Rickey permaneció en silencio. El peso de aquellas palabras se posó sobre él con fuerza.
Había tomado la decisión de dejarla ir, de apartarse.
Entonces, ¿por qué sentía ahora ese dolor insoportable?
—No tienes que preocuparte más por ella. Búscate una novia modelo —continuó Dunn, con tono firme.
Rickey sintió que la indignación se apoderaba de él. Aun así, era él quien había dicho aquellas tonterías.
Después de años conociendo a Dunn, entendía perfectamente qué tipo de hombre era.
Dunn podía parecer indiferente y poco competitivo en apariencia, pero una vez que ponía sus ojos en algo, o en alguien, luchaba sin descanso, sin dejar lugar a dudas ni a la retirada.
Detrás de la actitud serena y distante de Dunn se escondía una feroz posesividad, aguda e inflexible.
Rickey, de la misma edad que Dunn, no podía negar que había cosas en Dunn que él no podía igualar: su concentración inquebrantable, su capacidad para abordar las situaciones con precisión y decisión.
Por ejemplo, la vez que Aurora tuvo su primera menstruación, se había pasado todo el día encorvada sobre su escritorio, con el rostro pálido y el cuerpo empapado en sudor. Rickey, despistado y preocupado, le había preguntado repetidamente qué le pasaba, pero Aurora se negaba a decírselo. Desesperado, llamó a Dunn.
Dunn tardó solo unos segundos en comprender la situación.
«Ve a la tienda y cómprale unos tampones».
A partir de ese momento, algo cambió dentro de Rickey. Ya no podía ver a Aurora como una niña.
«Está bien, pero no me envidies cuando llegue tu momento», respondió Rickey.
La leve sonrisa de Dunn era exasperantemente serena, el tipo de sonrisa que irradiaba una tranquila confianza y una autoridad innegable.
«No lo estaré».
«¿Por qué estás tan seguro? ¿De verdad crees que Aurora eclipsa a una supermodelo?».
«Por supuesto. Aurora juega en otra liga».
Rickey se quedó en silencio. Odiaba admitirlo, pero en el fondo sabía que Dunn tenía razón.
«Vaya, qué envidia»,
murmuró Rickey, luchando por controlar sus emociones. «Mi padre me llama. Tengo que colgar».
«Adiós».
En cuanto terminó la llamada, Rickey se dejó caer en su asiento de la sala VIP y se quedó mirando al vacío. Su mente iba a mil por hora, pero su cuerpo estaba agotado, como si acabara de correr una maratón agotadora.
Desde detrás de la revista, el padre de Rickey le lanzó una mirada cómplice.
«¿Con el corazón roto, eh?».
La irritación de Rickey estalló de inmediato y frunció el ceño. —No digas tonterías.
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