Vuelve conmigo, amor mío - Capítulo 911
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Capítulo 911:
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Aurora asistió a la mejor escuela secundaria del país, pero nunca había apreciado realmente su prestigio.
En su último año, estaba tan absorta en lo académico que no se fijaba en los pequeños detalles que la rodeaban: el campus, la gente, ni siquiera una sola brizna de hierba. Desde el coche, vislumbró la biblioteca, el emblemático punto de referencia de la escuela, que se alzaba al otro lado de la calle.
La llamada de Joelle interrumpió sus pensamientos. Aurora respondió rápidamente.
«Aurora, ¿adónde fuiste?».
—Mamá, me dejé algo en el colegio. Voy a recogerlo.
Joelle dudó un momento. Adrian estaba sentado cerca, con el rostro ensombrecido por la preocupación. Era temporada de graduaciones. Ellos también habían cumplido dieciocho años y entendían perfectamente lo que estaba haciendo Aurora. La racionalidad mantenía a Adrian pegado a su asiento, pero sus instintos le gritaban que irrumpiera en el colegio, sacara a quien se hubiera atrevido a invitar a Aurora a salir y le diera una lección.
Al percibir su inquietud, Aurora añadió: «No os preocupéis. Volveré en una hora».
«Vale». Joelle suavizó su tono. «Cariño, se me olvidó decirte antes: enhorabuena por graduarte en el instituto».
«Gracias, mamá».
Cuando terminó la llamada, el coche se detuvo en la entrada del colegio.
El guardia de seguridad reconoció a Aurora inmediatamente y la dejó entrar sin dudarlo.
«¿Ha venido Rickey?», le preguntó Aurora.
«No, no le he visto».
Aurora frunció el ceño, su inquietud se apoderó de ella.
Entró en el edificio del colegio, donde el suelo estaba envuelto en oscuridad, salvo por la suave y dorada luz del atardecer que se filtraba por las ventanas.
Tomó su asiento habitual en el aula y soltó un suspiro que no se había dado cuenta de que había estado conteniendo. Un alivio, cálido y fugaz, se apoderó de ella.
Su mirada se desvió hacia los árboles en flor visibles desde la ventana. Cada primavera, el campo deportivo del campus se convertía en un mar de flores moradas. Recordó cómo…
Mientras Rickey jugaba en la cancha, ella se sentaba en las gradas, con su libro protegiéndola del mundo.
Su familia pensaba que debía de ser popular en el colegio, pero la realidad estaba muy lejos de eso. Las interacciones de Aurora con sus compañeros de clase nunca iban más allá de fútiles cumplidos. Algunos, como Addie, parecían tratarla como a una rival, mientras que otros se acercaban a ella con segundas intenciones.
¿Era su personalidad la que mantenía a los demás a distancia, o era Rickey? Su presencia siempre había actuado como una barrera invisible pero impenetrable, manteniendo a todos los demás alejados.
Al reflexionar sobre sus años escolares, Aurora sintió una punzada de comprensión: la soledad había sido su compañera más cercana.
Su teléfono sonó, rompiendo el silencio. Sobresaltada, contestó e inmediatamente se puso a regañar.
«Rickey, ¿por qué no has llegado todavía?».
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