Vuelve conmigo, amor mío - Capítulo 896
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Capítulo 896:
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En un abrir y cerrar de ojos, el coche que transportaba a Ryland se alejó del rancho. Cuando llegaron al aeropuerto, el mayordomo se adelantó para ocuparse de los preparativos del viaje. Cuando miró hacia atrás para ver cómo estaba Ryland, el chico había desaparecido.
«¿Dónde está el Sr. Potter?».
Los guardaespaldas, igualmente sorprendidos, intercambiaron miradas confusas, incapaces de comprender cómo Ryland había podido eludirlos tan rápidamente.
Recordando las palabras anteriores de Ryland, el mayordomo exclamó: «¡Oh, no, tenemos que volver!».
Pero Ryland, de solo trece años, no había regresado al rancho Usheujan Paradise. En su lugar, buscó refugio en un cobertizo cercano, donde pasó la mayor parte del día aislado, con solo su mochila como compañía. Cuando la oscuridad envolvió la zona, los sonidos del día se desvanecieron en un silencio sepulcral.
Ryland recibió un mensaje de texto informándole de que el mayordomo no había podido localizarlo y que ya había acompañado a todos de vuelta para informar a Wade.
Ryland salió con cautela de su escondite en el cobertizo. Bañada por la luz de la luna, la villa se alzaba silenciosa.
Desde sus primeros recuerdos, Ryland había sido un nómada, cambiando sin cesar de un lugar a otro. La gente que lo rodeaba lo explicaba como una oportunidad para sumergirse en las costumbres y culturas de varios países.
Sin embargo, cada vez que empezaba a sentirse establecido, era trasladado abruptamente a un nuevo lugar. Las amistades eran un lujo que nunca podría permitirse: se trataba menos de exploración cultural y más de evasión constante.
Con pasos deliberados, Ryland se acercó a la villa, planeando esperar dentro y descubrir a quién Wade había estado tan decidido a impedir que conociera.
Durante tres días seguidos, Ryland se colocó junto a una ventana en el segundo piso, con la mirada fija en el mundo exterior. Manteniéndose con trozos de pan y sorbos de agua fría, esperó.
Al cuarto día, la curiosidad se apoderó de él y abrió con cautela las cortinas.
Un coche se detuvo en la entrada y una familia de cuatro miembros bajó. Ryland se dio la vuelta y se metió en el armario más cercano para esconderse. Cuando la familia entró, Ryland oyó la voz del hombre que preguntaba: «¿Han vuelto a escapar?».
Joelle, que examinaba el desolado interior, suspiró. «Sí. Siempre vamos un paso por detrás».
Caminando cerca de Joelle, Aurora dijo: «Mamá, no te desanimes. Encontraremos a mi hermano».
Molly, sin inmutarse, expresó su deseo de continuar la búsqueda. Dentro del armario, Ryland escuchaba atentamente, con el corazón palpitante, mientras miraba a través del estrecho hueco la silueta de Molly que escudriñaba la habitación.
«¡Molly!», gritó Aurora desde fuera de la habitación.
Molly se detuvo y dirigió la mirada hacia el armario. —¿Sí?
—Tenemos que seguir adelante. Vamos a preguntar por el barrio con mamá y papá —insistió Aurora.
—¡Vale, entonces!
Mientras el zumbido del motor del coche resonaba en el exterior, Ryland se permitió un momento de alivio, con la respiración profunda y temblorosa, testimonio de sus nervios alterados.
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