Vuelve conmigo, amor mío - Capítulo 1121
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Capítulo 1121:
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Con la mano firme de Rafael guiando a Lucas, Allie nunca había perdido el sueño por su crianza.
Pero Rafael no podía acallar sus propias dudas tan fácilmente. Adrian solo tenía dos hijas y apenas había tenido tiempo de verlas crecer. Ahora una pertenecía a Dunn y la otra a Lucas. La idea le atormentaba: si fuera Adrian, probablemente estaría enfermo de preocupación.
—La hija de Adrian no puede sufrir ni el más mínimo desaire. ¿Lo entiendes? —preguntó.
La perplejidad se dibujó en el rostro de Allie mientras le escudriñaba. —¿Para que nuestro hijo tenga que cargar con los agravios? ¡Siempre favoreciendo a las chicas!
Rafael se presionó la frente con los dedos y se rindió. —Olvídalo, vámonos a casa. No dejes que nos vean.
Allie se quitó las gafas de sol de forma dramática. —Ahora lo veo claro. No es a la hija de Adrian a quien proteges, ¡es a Joelle a quien estás defendiendo!
Rafael la miró con indiferencia, poniendo los ojos en blanco. —¿A tu edad sigues haciendo la esposa celosa? Si Joelle aún tuviera mi corazón, ¿habría soportado tantos años de tormentas contigo? Dime, ¿quién más aceptaría tu temperamento?».
«¿Te he tocado la fibra sensible?».
«No».
«¿De verdad?». La insistencia se reflejó en el tono de Allie.
La paciencia de Rafael se agotó, aunque conocía bien este juego. «De verdad».
La puerta del coche se abrió y Allie se deslizó dentro, con el rostro radiante por la victoria. «Entonces, me quieres, ¿verdad?».
«Amo a una idiota». Rafael se sentó a su lado.
Sin prestar atención a la presencia del conductor, Allie se aferró al brazo de Rafael como si fuera un trofeo. «¿Soy yo la idiota?».
«Sin duda».
«Lo que significa que me amas, ¿verdad?».
Rafael sintió un nudo en el pecho. «Quédate quieta».
«¡Vale!». Se volvió hacia el conductor con entusiasmo infantil.
«¡Vamos a casa! ¡No más compras!».
A su edad, pocos podían provocar una expresión avergonzada, casi tímida, en el rostro de Rafael. Allie seguía siendo la única excepción.
Al caer la tarde, Allie y Rafael esperaban en una mesa reservada a que llegaran Lucas y Molly.
La diadema de pelo de ciervo de Molly se balanceaba mientras entraba, un accesorio comprado para mantener la farsa de las compras.
En realidad, ella y Lucas habían pasado horas junto al lago, perdidos en besos, nada más.
—Papá, mamá, ¿qué habéis comprado? —El saludo de Lucas casi provocó un ataque de tos a Allie y Rafael.
—A tu madre no le ha llamado la atención nada, ya sabes lo exigente que es. —Rafael deslizó con delicadeza el menú hacia Molly, desviando hábilmente la conversación hacia otro tema.
—Vale. —Lucas puso la mano sobre la cabeza de Molly—. A ti tampoco, ¿verdad? —Su mirada le hizo sonreír y retiró la mano.
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