Vuelve conmigo, amor mío - Capítulo 1088
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Capítulo 1088:
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En la escuela, la había visto quedarse dormida en su pupitre, con la boca ligeramente abierta y la baba a punto de escaparse.
Y ahora, allí estaba él, tomando fotos a escondidas como un tonto enamorado. Sus sentimientos no eran menores que los de Dunn, y había hecho lo mismo que él.
Entonces, ¿por qué era él quien había sido rechazado?
Su teléfono vibró: mensajes de amigos, preguntando cómo estaba. No había respondido ni uno solo. Incluso Dunn le había enviado un mensaje. Rickey también lo había ignorado.
Pero ahora, mirando el nombre de Dunn en la pantalla, algo dentro de él se rompió. Antes de que pudiera pensarlo dos veces, envió la foto de Aurora durmiendo.
«Se ha quedado conmigo para cuidar de mí. No te preocupes»,
le escribió incluso.
En cuanto pulsó «enviar», se arrepintió. Pero ya estaba hecho.
Dunn estaba en medio de una reunión cuando su teléfono vibró. —¿Señor Finch? —preguntó su asistente, al notar el cambio repentino en su expresión—. ¿Va todo bien?
Dunn no respondió. Se levantó de su asiento con voz fría y decidida.
—La reunión ha terminado.
Su asistente se apresuró a seguirlo.
—Cancela todas mis citas para los próximos dos días —dijo Dunn, ya en movimiento—. Me voy al extranjero. Asuntos personales.
Después de mucho insistir tanto Aurora como su padre, Rickey finalmente cedió y accedió a ir al hospital.
Con médicos las veinticuatro horas del día y un escuadrón de enfermeras dispuestas a satisfacer todos sus caprichos, el lugar era poco menos que un lujoso refugio disfrazado de centro médico.
Aurora se sentía completamente desconcertada por su persistente mal humor, que le recordaba al de un adolescente al que le habían negado su pasatiempo favorito.
—Descansa. Yo voy a volver un rato —dijo, colgándose el bolso al hombro.
Rickey se alarmó. —¿Adónde vas?
Aurora, al límite de su paciencia, lo atravesó con una mirada fulminante. —¿Tú qué crees?
Rickey agarró una almohada y se la lanzó. —Ah, ¿así es como me tratas? Dices que te importo, juras que somos amigos, pero en cuanto me meten en una cama de hospital, ¿te vas corriendo a ver a otro? Si me muriera, ¿derramarías una sola lágrima?
—¿Qué te pasa? —Las palabras de Aurora resonaron en el aire como un rayo, dejándolo mudo al instante. —Tu padre ha estado atendiendo todas tus necesidades hasta que ha acabado con fiebre. Voy a volver para ver cómo está. Y tú aquí tumbado, montando una escena digna de una diva de Broadway. —
La expresión de Rickey pasó de la indignación a la vergüenza. —Está bien.
Con movimientos deliberados, Aurora recogió la almohada que él había tirado y se la colocó debajo de la cabeza. —Pero sí, volveré a casa pronto. El ambiente entre ellos se volvió gélido y tenso.
Pero Aurora ya había salido por la puerta antes de que él pudiera decir otra palabra. Se apresuró por el pasillo, casi chocando con Emma en el camino. Emma la reconoció al instante y estaba a punto de saludarla, pero Aurora desapareció al doblar la esquina.
Emma pensó que quizá era lo mejor. Con Aurora ausente, al menos podría acercarse a Rickey sin la sensación agobiante de estar entrando donde no le correspondía.
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