Vuelve conmigo, amor mío - Capítulo 1087
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Capítulo 1087:
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No era de extrañar que a Rickey le gustara tanto. Aurora era todo lo que ella no era.
—Gracias —murmuró Emma, apenas en un susurro.
Aurora confundió su mirada baja con preocupación por el estado de Rickey. —Si quieres verlo, puedo…
—No hace falta —la interrumpió Emma con una sonrisa fría, negando con la cabeza—. Está bien. No quiero molestaros.
Antes de que Aurora pudiera decir nada más, Emma se dio la vuelta y se marchó, con los hombros encogidos como si llevara una carga invisible demasiado pesada de soportar.
Esa noche, Aurora se dirigió a la habitación de Rickey. Seguía con una dieta líquida y había dejado claras sus condiciones: si ella no le daba de comer, él no comería. Fin de la discusión.
Mientras le daba de comer con una cuchara, le preguntó con naturalidad: «¿Conoces a Emma?».
La expresión de Rickey se ensombreció. «¿Te ha hablado?».
«Lleva varios días por aquí. Parecía muy preocupada por ti».
Rickey apretó la mandíbula. Por fin había conseguido pasar un rato a solas con Aurora —Dunn incluso se había retirado— y ¿ahora tenía que aparecer Emma?
No iba a dejar que ella lo arruinara.
—La próxima vez que la veas, dile que se largue —le dijo.
Aurora frunció el ceño. —No ha hecho nada malo. ¿Por qué eres tan duro con ella?
—No estoy siendo duro —espetó Rickey, aunque el tono cortante de su voz sugería lo contrario.
Aurora no insistió, pero algo en su reacción la inquietaba. Había algo más de lo que él estaba dispuesto a admitir.
Como amiga, quería que Rickey fuera feliz. Si había alguien que realmente se preocupaba por él, ¿por qué cerrar la puerta antes incluso de ver lo que había al otro lado?
Ella comenzó: —Si le gustas, quizá podrías…
—Basta —la interrumpió Rickey, con una voz que sonaba como hielo rompiéndose bajo presión—. Deja de emparejarme con otras personas. No sabes nada al respecto, así que no tomes decisiones por mí.
Aurora se mordió el labio. Había tocado un punto sensible, pero no era ajena a los cambios de humor de Rickey. A lo largo de los años, había aprendido a capear sus tormentas sin refugiarse.
«Está bien, no volveré a sacar el tema».
Se rindió.
Pero la frustración de Rickey persistía, latente bajo la superficie.
No podía quitarse de la cabeza la idea: ¿y si Aurora descubría la verdad sobre él y Emma? ¿Se enfadaría? ¿Se sentiría disgustada? ¿O indiferente? Era un riesgo que no estaba dispuesto a correr.
Más tarde, se sentaron juntos a ver una película, pero Aurora, agotada, pronto se quedó dormida en el sofá.
La mirada de Rickey se desvió de la pantalla hacia ella.
Por un instante, se permitió imaginar una realidad diferente, una en la que ella era suya.
Sin pensarlo, cogió su teléfono y le hizo una foto rápida mientras dormía.
En cuanto lo hizo, se sintió ridículo.
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