Vuelve conmigo, amor mío - Capítulo 1079
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Capítulo 1079:
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Ryland la miró a los ojos. «Tía Joelle, sé lo que hago. Donde yo crecí, a los dieciséis años se es mayor de edad. Algunas chicas ya están planeando su boda a esa edad».
«¿En serio?», preguntó Molly con los ojos muy abiertos, fascinada.
Aurora, sintiendo la tensión creciente, volvió a tapar rápidamente la boca de Molly. —Mamá, Ryland sigue sus propios principios.
Sabía que si la discusión continuaba, solo heriría más la dignidad de Ryland. Aunque la preocupación aún se reflejaba en el rostro de Joelle, reconoció la postura decidida de su hijo y se volvió sin decir nada más.
Cuando llegaron a su destino, el teléfono de Aurora comenzó a sonar.
—¿Aurora? —la llamó Molly, que ya estaba saliendo del coche—. ¿Pasa algo? Vamos.
—Espera un momento. —Aurora miró la pantalla: el nombre de Rickey apareció en ella—. Tengo que contestar.
—Oh, está bien. Entonces me voy con mamá y papá.
Ryland pasó junto a ella en silencio y se dirigió hacia la entrada del restaurante.
Una vez que se encontró sola en el aparcamiento, contestó. —¿Hola?
—¿Qué estás haciendo?
—He salido a cenar.
—¿Con quién? —preguntó Rickey.
—Con mi familia —respondió Aurora, tras una pausa, y luego optó por decir la verdad—. Y con mi novio. Y con sus padres.
La línea quedó en silencio, salvo por la cacofonía del tráfico y los cláxones a todo volumen de fondo.
—Ah, ¿así que planeas casarte? —El dolor en su voz era inconfundible.
—No seas tonto —respondió ella, forzando un tono alegre.
«Cuando vuelvas, tendrás un montón de chicas maravillosas esperándote».
En ese momento, Rickey yacía atrapado dentro de un vehículo volcado, con toda la fuerza del choque sobre el asiento del conductor.
A través de los restos en forma de telaraña del parabrisas, vio a los equipos de rescate apresurándose para despejar la carretera. Un líquido cálido le corría por la cara.
De repente, sintió que la muerte estaba terriblemente cerca.
Con las últimas fuerzas que le quedaban, llamó a Aurora.
—No creo que llegue a ese día —dijo Rickey con la vista nublada—. Aurora, quiero que seas feliz.
Su voz se debilitaba con cada palabra.
Aurora finalmente percibió la extraña sinfonía de bocinas de fondo. A través del caos, le llegaron fragmentos de voces urgentes:
—¡Rápido! ¡Sáquenlo! ¡El coche está a punto de explotar!
Su corazón se detuvo. El terror recorrió sus venas. «¿Rickey? ¿Hola? ¡Rickey! ¿Qué está pasando? ¿Ha pasado algo allí?».
«Sí… He bebido un poco». Sus palabras eran apenas un susurro. Aurora sintió que su cuerpo se convertía en hielo. Su voz temblaba. «¿Has conducido después de beber?».
«Sí», confesó Rickey débilmente. «Me estoy muriendo, Aurora. ¿Vendrás a verme?».
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