Vuelve conmigo, amor mío - Capítulo 1061
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Capítulo 1061:
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A la cuarta mañana, Ryland se sorprendió a sí mismo buscando su silueta en la parada del autobús antes que nada.
Su rutina en el autobús había evolucionado hasta incluir la búsqueda de asientos dobles libres. Cuando no había ninguno disponible, le ofrecía su sitio, solo para ver cómo ella se lo cedía a un pasajero mayor. Acababan de pie, balanceándose con el movimiento del autobús.
A pesar de que la ruta del autobús pasaba por su clínica, Ryland no podía entender por qué alguien que cobraba dos mil dólares por hora elegía el transporte público.
La respuesta parecía única, pero difícil de alcanzar.
Después de una semana con esta rutina, la confrontó en la parada de autobús que compartían.
—¿Qué es lo que quieres exactamente?
Amanda abrió los ojos con inocencia. —No entiendo a qué te refieres.
—No finjamos que estos encuentros diarios son una coincidencia —dijo Ryland, con el rostro impasible.
—Pero lo son —Amanda esbozó una sonrisa forzada—. ¿De repente está prohibido tomar el autobús?
«Deja de hacerte la ingenua», espetó Ryland. «Mañana voy a cambiar al metro. Si quieres, sigue con esta farsa tú sola».
Al pasar junto a ella, Amanda le dirigió una mirada que nunca había visto antes. «No importa. De todos modos, no tengo nada que perder». Su tono resonó discordante en la mente de Ryland.
Esta mujer, normalmente tan perspicaz y hábil, poseía una extraña habilidad para curar la mente de las personas. Como psicóloga, navegaba habitualmente por los rincones más oscuros de la conciencia humana, pero mantenía un carácter alegre. O eso creía Ryland, hasta que esta faceta oculta de su personalidad salió de las sombras.
—¿Por qué te comportas de forma tan lastimera? Tu tarifa por hora equivale a mi sueldo mensual. Si no puedes permitirte un chófer privado, seguro que puedes comprarte un coche. ¿O es esto algún elaborado intento de llamar mi atención?
La sospecha de Ryland no era arrogancia infundada. En la fábrica, sus compañeras de trabajo solían pedirle su número de teléfono, algo a lo que ya se había acostumbrado.
Amanda permaneció inmóvil, con los ojos vacíos y llenos de desesperación. —Mi padre está en la cárcel.
—¿Qué?
—Lo han encerrado entre rejas —susurró.
Ryland apretó los labios y mantuvo una expresión fría. —¿Cuánto tiempo?
—Cadena perpetua.
—Debe de haber sido un delito grave.
—Lo incriminaron —la voz de Amanda se quebró al pronunciar esas palabras.
Ryland miró su reloj y respondió con impaciencia apenas disimulada: «Habla con el juez».
Amanda perdió la compostura y las lágrimas comenzaron a correr por su rostro. «Apenas puedo mantenerme a flote».
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