Vuelve conmigo, amor mío - Capítulo 1049
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Capítulo 1049:
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—Déjeme ver. —La recepcionista echó un vistazo a la pantalla y luego levantó la vista—. Lo siento, la próxima cita disponible con el Dr. Duffy es dentro de tres días, por la mañana.
Ryland esbozó una sonrisa cortés, casi apologética. —Ese día tengo un compromiso. No se preocupe.
Dicho esto, se dio la vuelta y se alejó, ansioso por escapar de aquel establecimiento tan caro.
En la entrada, se detuvo junto a una papelera y sacó la tarjeta de visita de su bolsillo. El sol del mediodía le daba de lleno, y su calor le quemaba la piel. Hizo rodar la tarjeta entre los dedos, la arrugó y la tiró.
Debía de estar loco para pensar siquiera en malgastar así su dinero.
Justo cuando estaba a punto de marcharse, el sonido de una puerta de coche al abrirse le llamó la atención. No se molestó en mirar, pero entonces oyó la voz de una mujer.
—¡Eh! ¡Señor, espere un momento!
Ryland volvió la cabeza y vio que era Amanda. Llevaba una gabardina de color caqui claro y unas zapatillas blancas, y parecía una estudiante universitaria.
Era la primera vez que la miraba con atención. Parecía más joven que en la foto, más llamativa que la última vez que la había visto.
Pero seguía siendo mayor que él. ¿Y el hecho de que pudiera ganar dos mil dólares por hora solo por escuchar? Ryland la etiquetó mentalmente como una estafadora.
Y ahora, la estafadora estaba justo delante de él.
—¿Nos conocemos? —preguntó ella. Con las manos en los bolsillos, Ryland la superaba en altura y disfrutaba de esa sutil ventaja—. ¿Nos conocemos?
Amanda asintió pensativa. —Sí. Estabas a punto de tirarte al río. Te di mi tarjeta de visita. Y viniste a mi clínica antes.
Ryland sonrió para sus adentros. No solo era una estafadora, sino que tenía una memoria prodigiosa.
—Te has equivocado de persona —dijo con tono seco.
—No puede ser.
Sin inmutarse, Ryland se encogió de hombros. —Debes de estar equivocada.
La respuesta de Amanda fue firme. —En absoluto.
Se hizo el silencio entre ellos.
Había algo en ella, una confianza inquebrantable que no solo provenía del conocimiento, sino también de la experiencia. Era el mismo tipo de autoridad tranquila que tenía Joelle, la que le hacía querer escucharla.
Pero Joelle era una cosa. ¿Por qué iba a escuchar a esta mujer?
—Solo estaba por aquí —dijo obstinado.
Amanda sonrió, como si estuviera complaciendo la excusa de un niño—. Está bien. ¿Qué tal si te invito a tomar algo?
El primer instinto de Ryland fue preguntar si le cobraría por su tiempo además de la bebida. Pero eso lo haría parecer mezquino.
—¿Invitas? —preguntó.
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