Vuelve conmigo, amor mío - Capítulo 1023
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Capítulo 1023:
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Katie miró a Aurora, que ahora estaba hablando por teléfono. «Ven conmigo».
Dunn dudó, con la mirada fija en la mano derecha de ella, que estaba metida en su abultada bolsa de lona. Todos sus instintos le gritaban que tuviera cuidado. La siguió a paso lento, manteniendo una distancia prudencial.
Pero justo cuando se concentró en su mano oculta, la mano izquierda de Katie se disparó hacia adelante, lanzándole un puñado de polvo a los ojos.
En el instante antes de que su visión se nublara, Dunn vio a Katie sacar un cuchillo reluciente de su bolso. Aurora había estado observando desde el coche. En cuanto vio que Dunn estaba en apuros, salió corriendo.
Sin embargo, Katie no iba tras Dunn. La comprensión lo golpeó como un mazazo justo cuando sus ojos ardían con un dolor abrasador.
—¡Aurora! —gritó.
—¡Preocúpate por ti primero! —gruñó Katie, lanzándose hacia Aurora con el cuchillo en alto.
Aurora trastabilló hacia atrás, con el corazón latiendo como un tambor de guerra.
A través de la neblina del dolor, Dunn extendió la mano a ciegas y encontró la correa del bolso de Katie. Con todas sus fuerzas, tiró de ella, haciéndola perder el equilibrio. Ella cayó al suelo con fuerza, tosiendo sangre, pero su sonrisa retorcida permaneció, llena de siniestra satisfacción.
El miedo de Aurora se convirtió en determinación y corrió hacia Dunn para sostenerlo. «¡Vamos al hospital ahora mismo!».
Dunn no quería dejar las cosas sin resolver, pero el escozor en los ojos era una señal de alarma: si retrasaba el tratamiento, podría quedarse ciego.
Haciendo una mueca de dolor, llamó a un amigo cercano que aún estaba en el campus y le dijo que encontrara a Katie y la mantuviera quieta.
Katie no iba a ir a ninguna parte, pero Aurora, con los ojos llenos de lágrimas, tiró con urgencia de la manga de Dunn. —¡Olvídala, Dunn! ¡Tenemos que llevarte al hospital, ahora mismo!
Cediendo, cerró los ojos ardientes y se apoyó en ella para que lo guiara hasta el coche. En cuanto se acomodó en el asiento, Aurora arrancó el motor con movimientos rápidos y precisos.
Incapaz de ver, Dunn se concentró en los sonidos que le rodeaban.
—¿Hola? ¡Urgencias oftalmológicas! Necesito una cita inmediatamente. ¡Es muy urgente! ¡Llegaremos al hospital en unos minutos!
Dunn, a pesar del dolor en los ojos, intentó tranquilizarla. —Aurora, no pasa nada. Era lima y no me ha entrado mucha. Estaré bien.
Aurora agarró el volante con fuerza, con la vista fija en la carretera. Cuando vio el semáforo en rojo, dudó una fracción de segundo antes de pisar el acelerador y pasar.
Cuando llegaron, un equipo de médicos ya los esperaba en la entrada del hospital. Se llevaron a Dunn rápidamente para atenderlo de inmediato.
La lima le había quemado los ojos y, aunque lograron neutralizar lo peor del daño, le quedaba un ligero escozor.
Los ojos de Dunn estaban vendados con gasas y los médicos recomendaron mantenerlos protegidos de la luz solar hasta que se curaran; la ceguera temporal era el precio que debía pagar por su recuperación.
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