Vuelve conmigo, amor mío - Capítulo 1022
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Capítulo 1022:
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—Ya lo entiendo, ¿vale? Ahora vamos a comer, ¡me muero de hambre!
—De acuerdo.
Justo cuando Dunn estaba a punto de arrancar el coche, un golpeteo en la ventanilla los sobresaltó. Afuera había una mujer de mejillas hundidas que miraba fijamente hacia el interior del coche.
Dunn extendió la mano hacia la ventanilla, pero Aurora le agarró la mano. —¡Espera!
Ella miró hacia fuera, con el rostro tenso. —¿Qué hace ella aquí?
—¿La conoces?
Aurora asintió, con una mezcla de sorpresa y preocupación en los ojos. —Es la madre de Ryland. Técnicamente, debería llamarla tía.
Dunn volvió a mirar. Katie llevaba un pañuelo en la cabeza, vestía ropa de diseño que le quedaba mal y estaba muy delgada. No era de extrañar que no la hubiera reconocido.
Aurora frunció el ceño. —Mierda, seguro que nos ha visto.
Dunn evaluó rápidamente la situación. —No pasa nada. Tranquila.
—Pero… —Aurora dudó, con la mente acelerada pensando en lo que pensarían sus padres si supieran que estaba saliendo con Dunn—. Dunn, ¿por qué crees que está aquí?
Aurora intuyó que habría problemas en cuanto vio a Katie. La presencia de la mujer era como una nube tormentosa que presagiaba el caos.
La voz de Dunn se mantuvo tranquila y firme. —Es mejor que se haya topado con nosotros aquí que montar una escena delante de tus compañeros, ¿no crees?
Aurora dudó, pero tuvo que admitir que tenía razón. Una ola de alivio la invadió al imaginar la alternativa.
—Yo la entretengo. Llama a Ryland y dile que venga a recogerla —se ofreció Dunn.
—Entendido.
Sin bajar la ventanilla del coche, Dunn salió y cerró la puerta tras de sí.
Katie dio un paso atrás con cautela y entrecerró los ojos mientras lo miraba con desdén.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó él.
Katie intentó mirar dentro del coche, pero el cuerpo de Dunn le impedía la vista.
—Soy su tía —declaró.
—¿Ah, sí?
Su postura era erguida e irradiaba autoridad. Katie tragó saliva antes de preguntar: «¿Qué relación tienes con esa niña?». Dunn no dignificó su pregunta con una respuesta. En cambio, preguntó: «¿Debería llamar a la policía o a una ambulancia para ti?».
«¿Qué?
«O tal vez al hospital psiquiátrico».
Después de decir eso, se dio la vuelta. Justo cuando su mano tocó la manija del coche, Katie lo llamó. «¿Saben sus padres de tu relación con ella?».
Dunn se quedó paralizado.
—Si se enteran, puede que no vuelvas a verla nunca más —añadió Katie.
Dunn se giró lentamente y la miró fijamente, con una fuerza que parecía física, y con una expresión tan sombría que parecía ocultar el sol. —¿Qué quieres?
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