Vendida como novia de un magnate - Capítulo 59
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Capítulo 59:
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POV Gael.
“Dile que estoy afuera en la sala resolviendo cosas… es todo”.
Sali prontamente del hospital. Afuera un caos total, y había mucha vigilancia. A lo lejos pude ver autos que no estaban conmigo, pero no me preocupé, aquí no podía entrar ninguno, y me había encargado de eso.
Me metí a un auto blindado, mientras otros autos me siguieron. Sentí un leve temblor en las manos ante la ira que aún me gobernaba, pero solté el aire y restregué mis ojos.
Regresar a la mansión no era fácil, sobre todo cuando la persona que una vez elegí en mi vida, ahora era una de mis peores enemigas.
Las puertas de la mansión estaban cerradas cuando llegué y el vigilante frunció el ceño cuando bajé el vidrio,
“Abre”.
“Señor… por supuesto”.
Las puertas fueron abiertas, y los autos se estacionaron.
Tenía tanto anhelo de ver a la abuela, que incluso saber que ella quizás estaba viendo las noticias, me retorcía el alma, pero debía esperar un poco, y no quería que ella viniera a México.
No tardé en entrar y le avisé al servicio que quería a esas mujeres delante de mí ahora mismo, en especial a Camila. Di algunos pasos para ver algunos retratos, habían modificado muchas cosas aquí, pero en las fotografías que había allí, estaban las fotos de nuestra boda, e incluso eso revolcó más mi estómago.
Odiaba verlas.
“¿Gael?”, me giré de golpe para ver el rostro pálido de Camila.
“Entonces… es cierto… estás… estás vivo..”..
Vi como una lágrima bajó por su mejilla, y tuve que tomar el aire, sin embargo, ella vino hacia mí con rapidez, como si quisiera abrazarme, pero puse la palma, y el cuerpo de Camila se sacudió con fuerza hacia atrás.
“Llama a tu hermana y madre… ahora”.
Camila abrió la boca.
“¿Qué está pasando?”.
“Está pasando que te vas… así como echaste a mi esposa y mi abuela… solo que a ti te irá mucho peor… mucho peor”.
Camila abrió los ojos desmesurados e inmediatamente su madre y Fernanda, llegaron en el instante para exclamar al mismo tiempo.
“¡Gael!”.
Tomé la muñeca de Camila, y comencé a caminar rápidamente, arrastrándola a mi paso, mientras las demás me perseguían. Incluso ella perdió el equilibrio varias veces, y su cuerpo quedó arrastrándose a mi paso.
“¡Gael! ¿Qué haces? ¡Gael!”, solté a Camila con fuerza y ella retrocedió varios pasos para estabilizarse, luego miró su muñeca, y la irritación gobernó sus ojos.
“Irán a la calle… ¿Y saben que es lo peor? Que en sus cuentas de banco no habrá un solo peso… no tendrán a dónde ir… tú no tendrás un trabajo”, señalé a Fernanda.
“¿Creo que deben ir a la calle y aventarse a otro auto… tal vez tengan suerte, aunque la cárcel las espera?”.
Las tres temblaban ante la nueva noticia.
“¿Qué dices?”.
“O pueden ir a donde Rafael… tal vez, las ayude..”., sonreí un poco.
“Vamos”.
“No, espera… me corresponde”.
“En tal caso, cuando mi abogado te encuentre, tendrás que pagar a otro para que pueda ayudarte a salir del estado judicial en donde te encontrarás Camila, pero eso no sucederá… te pudrirás tú y tu maldita familia, aunque antes… vamos”.
Volví a tomar su muñeca y ordené algunos autos para que se apresuraran.
“¿Qué haces Gael? ¿Qué haces?”.
“¡¡Calla…!!”, grité con fuerza y cuando supe que todas habían sido metidas a los autos, di la orden para andar.
“A la Plaza Zócalo, ahora”.
Camila me miraba con los ojos bien abiertos y negó.
“¿Qué vas a hacer? ¡Por Dios! Espera”.
“¿Esperar? ¡¿Esperar que, traidora?! ¿Crees que ganaste? Ya comenzarás a saber cómo es realmente vivir en la m%erda, Camila”.
“Gael… por favor… solo reclamaba lo que es mío, yo”.
No lo pude soportar, puse la mano en su cuello y lo apreté.
“¿Tuyo? ¡Nada es tuyo, maldita sea…! ¡Nada…!”.
El auto iba a gran velocidad como los demás, incluso mi teléfono sonó cuando sabía de qué se trataba, así que lo saqué para escuchar.
“Todo está listo”.
“Perfecto”.
La Plaza de Zócalo estaba repleta, había reporteros, y todos tipos de personas particulares cuando los autos se estacionaron y tomé a Camila para bajarla.
Los demás hombres vinieron con Fernanda y su madre, y dejando a Camila en medio de la plaza, hice que uno de sus hombres quitara sus zapatos y todas las prendas que cargaba.
“i¿Qué hacen?!”, ella gritó, su hermana y madre se estaban volviendo locas, mientras los flashes y la gente se iba acumulando y agrupando en nuestra dirección.
“¡Aquí las tienen…!”, un hombre y otro comenzaron a grabar.
“Las ladronas, y estafadoras más grandes de México… ellas, auspiciadas por el gran Rafael Bailléres, el hombre por el que muchos quieren votar por el senado”.
Sonreí.
Cada vez la gente era más, mientras que Camila y Fernanda lloraban mirando a todos.
“¡Estafadoras!”, la gente comenzó a gritar, incluso algunas mujeres las escupieron.
Me quedé mirando las lágrimas de Camila que ni siquiera me movieron, sino que removieron mis entrañas ante la rabia de haberla esperado por más tiempo.
“Espero que nadie las ayude… de igual forma, irán a la cárcel… las señalé, y muchas de las personas presentes comenzaron a abuchearlas”.
“¡Gael! ¡Dame mis cosas!”.
“Da gracias que no te quedas desnuda aquí”.
“¡Quítale todo!”, la gente comenzó, y los sollozos de Camila comenzaron a hacer más agudos, mientras las fotografías, y los videos, seguían a la orden de la situación.
Me di la vuelta a pesar de que Fernanda, Laura, y sobre todo Camila gritaban, pero solo ordené a mis hombres que ellas no podían irse de aquí en todo el día. Debian quedarse en la plaza, y por nada del mundo, podían dejarlas huir.
Eso, hasta que llegara el hombre que había encargado, para que comenzara el proceso judicial contra todas ellas.
Pero para eso, quería que fueran humilladas hasta la noche, aunque eso no era siquiera una cucharada, de lo que se venía a sus días, cuando estuvieran en la peor cárcel de mujeres en México. Me subí al auto mientras vi que la situación en la plaza se ponía compleja, y cerrando la puerta, solo ordené al chofer, para que fuésemos al hospital, lo más pronto
La revuelta fuera del hospital era agobiante, y fue una lucha ingresar, a pesar de que la policía estaba en el momento.
Llegué a la sala privada donde estaba Sofí, y mi hermano fue el primero en salir.
“Ha preguntado por ti… pero el doctor quiere verte”.
Mi corazón latió con fuerza, y me dirigí a donde él me dijo.
“Señor Koch… ¿Cómo está?”, le di la mano al médico, y miré la incubadora.
lan no tenía el respirador, solo estaba despierto mirando hacia arriba y parecía que solo tenía una vía en su vena.
“¿Ha pasado algo?”.
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