Una segunda oportunidad con el CEO tras el divorcio - Capítulo 905
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Capítulo 905:
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«Hacer esto público llamará la atención de tus padres adoptivos en Bropulia. Ya sabes lo que piensan de la familia Cox en Nawrin…».
Belinda lo comprendió y le interrumpió.
Respiró hondo y se tranquilizó.
«Yo me encargaré de ellos. Sé que tienen sus rencillas con la familia Cox en Nawrin. Haré lo mismo que mi hermana: me mantendré cerca de ellos y alejaré a la familia Cox de aquí. Pero aun así…».
Belinda respiró hondo y bajó la voz.
—A la luz de todo lo ocurrido, revelar mi identidad mientras acompaño a Anthony a su funeral no es una opción… Asegurarme de que se cumplan sus deseos donando su patrimonio a la caridad es el último homenaje que puedo rendirle.
¡Chirrido!
De repente, el conductor pisó el freno, interrumpiendo a Belinda a mitad de la frase.
Belinda casi sale disparada hacia delante por la brusca parada.
Dashawn reaccionó con rapidez y extendió el brazo para sujetarla, evitando un accidente peor.
—¿Qué pasa? —La voz de Dashawn estaba teñida de irritación mientras miraba al conductor.
—¿Cómo ha podido Mathew encargarle a alguien como usted que nos lleve?
El conductor, todavía nervioso, se secó el sudor de la frente.
«Sr. Acosta, mire delante… Hay algo bloqueando la carretera. Ha aparecido tan de repente que casi les atropello…».
Silenciado por la explicación del conductor, Dashawn dirigió su atención hacia delante, escudriñando la carretera.
Belinda, aún calmándose la frente, siguió su mirada, tratando de discernir la causa de la brusca parada.
Joyce se mantuvo firme en medio de la carretera, con los brazos extendidos y los ojos cerrados, como si estuviera preparada para enfrentarse a su muerte.
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Su repentina aparición detuvo el tráfico, provocando el caos mientras los conductores frustrados se asomaban por las ventanillas.
«¿Qué le pasa?», gritó uno.
«¡Nos importa nuestra vida, aunque a usted no le importe la suya!», bramó otro conductor.
«¡Muévete!», corearon otros, tocando el claxon con impaciencia.
«¡Estás bloqueando la carretera! ¡Quitaos de en medio!».
Un conductor, perdiendo la paciencia, gritó: «¡Llamaremos a la policía si no te mueves!».
Joyce permaneció inmóvil, ajena al cacofónico estruendo de gritos airados, con la mirada fija en el coche.
Desde su posición privilegiada, solo podía ver al conductor, pero sentía el peso de otras dos miradas sobre ella: las de los ocupantes del asiento trasero.
Con determinación inquebrantable, Joyce se mantuvo firme, negándose a ceder en este silencioso enfrentamiento.
En medio del estruendo de gritos airados, se alzó una voz teñida de sorpresa.
«Esperen, ¿esa no es Joyce, la que se casa mañana con la rica familia Cox?».
La voz provocó un murmullo de reconocimiento entre la multitud.
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