Una segunda oportunidad con el CEO tras el divorcio - Capítulo 81
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Capítulo 81:
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Kristopher cruzó los brazos y sonrió con desdén, con la mirada fría, mientras se enfrentaba a Darren. —¿Llamar por el nombre de pila al jefe de una empresa asociada? ¿Es ese el tipo de comportamiento que fomenta su empresa?
Sorprendido por su preocupación por Belinda, Darren bajó la mirada y adoptó una postura más sumisa. —Sr. Cox, tengo un asunto urgente que atender y le pido disculpas si me he pasado de la raya.
Intentó pasar junto a Kristopher para continuar bajando las escaleras, pero este lo bloqueó de nuevo. —¿Qué asunto tan urgente? ¿Tiene que ver con Belinda?
Al mencionar el nombre de Belinda, Darren contuvo involuntariamente la respiración.
Tras una breve pausa, esbozó una sonrisa forzada. —Sr. Cox, seguro que está bromeando. Hace años que no tengo contacto con Belinda. Aunque hemos vuelto a estar en contacto recientemente, no somos muy amigos. ¿Por qué iba a llamarme a estas horas de la noche?
La expresión de Kristopher se suavizó ligeramente con la explicación de Darren.
—Es cierto. Para ella, yo soy el único. —Darren palideció aún más.
Forzó una sonrisa incómodas. —Sr. Cox, ¿necesita algo más? Si no es así, debo marcharme.
Kristopher finalmente retiró la mano, con expresión de satisfacción. «Si acabas hablando con Belinda, dile que deje de jugar, como esas llamadas silenciosas. Son agotadoras».
Con esas palabras, pasó junto a Darren y subió las escaleras. Darren se detuvo para recomponerse antes de salir del restaurante con paso decidido.
Mientras conducía hacia la residencia de Belinda, la mente de Darren era un torbellino de confusión, en el que resonaban las palabras de Kristopher.
Parecía que Kristopher insinuaba que Belinda había intentado ponerse en contacto con él, pero que había permanecido en silencio durante la llamada.
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Esto indicaba que, en su momento de crisis, Belinda había acudido a Kristopher.
Sin embargo, él había descartado su silenciosa petición de ayuda como una simple molestia.
Aferrándose con fuerza al volante, la preocupación de Darren se intensificó.
Llegó rápidamente al apartamento alquilado por Belinda, donde utilizó una llave de repuesto para entrar. La escena que se encontró ante sus ojos lo detuvo en seco. Belinda yacía en el suelo, pequeña y frágil.
Su rostro estaba pálido, en contraste con la pared detrás de ella, y su cuerpo estaba posiblemente empapado por un sudor frío o por el té derramado.
La visión le oprimió el corazón a Darren, como si lo estuviera apretando una mano invisible.
Se abalanzó hacia adelante y cogió a Belinda en brazos. —Aguanta, Belinda. ¡Te llevaré al hospital ahora mismo!
En otro lugar, la sala privada del restaurante bullía de energía. Maggie y Helen, junto con otras chicas, bromeaban con Cathy y Kristopher.
Con una sonrisa tímida, Cathy se acercó a Kristopher. —Basta, chicas. Me estáis haciendo sonrojar…
Kristopher, que permanecía sentado, esbozó una sonrisa en respuesta a las bromas, pero frunció el ceño al mirar su teléfono.
La pantalla mostraba una conversación de WhatsApp con Belinda. Su último intercambio había sido la mañana en que ella abortó, hacía más de dos semanas.
Sin darse cuenta, la mujer que solía bombardearlo con docenas, incluso cientos, de mensajes cada día no le había enviado ni uno solo en más de dos semanas.
Tras una larga vacilación, Kristopher escribió una sola palabra en el chat: «Aburrido».
Belinda solía responder al instante a cualquier mensaje suyo, sin importar la hora. Pero ahora, su mensaje parecía desaparecer en el vacío.
Cuando el grupo salió del restaurante cerca de las once de la noche, Belinda seguía sin dar señales de vida.
De camino a casa, Kristopher miró el mensaje que había enviado dos horas antes, sintiendo un vacío en el estómago.
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