Una segunda oportunidad con el CEO tras el divorcio - Capítulo 41
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 41:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
El frío fuera de la sala de urgencias era palpable.
Kristopher y Darren se colocaron en extremos opuestos del pasillo, con los brazos cruzados y el rostro impasible.
De vez en cuando, sus miradas se cruzaban, lo que aumentaba la tensión palpable.
Una enfermera que pasaba por allí percibió el ambiente hostil y les recordó con firmeza: «Son adultos. ¡Compórtense como tales! ¡No se peleen en estos pasillos! Sus acciones ya han perjudicado a los pacientes. Si se repite el incidente, llamaré a la policía».
Ambos hombres exhalaron bruscamente y apartaron la mirada.
Unos instantes después, las puertas de urgencias se abrieron de golpe y salió una doctora con expresión grave.
Los dos hombres se acercaron a ella al unísono.
—¿Cómo está?
—¿Cómo está Belinda?
La voz de la doctora era fría. —Tiene un dolor abdominal muy intenso. El golpe en el estómago le ha causado daños importantes. La hemos atendido, pero el dolor persiste».
Miró a los dos imponentes hombres. «Uno de ustedes puede ayudar a la enfermera a trasladarla a su habitación».
Mientras hablaba, ambos hombres se apresuraron hacia la puerta de urgencias.
La doctora se interpuso rápidamente en su camino, levantando una ceja. «Solo puede entrar uno de ustedes».
—Iré yo —declaró Darren con firmeza—. La he estado cuidando desde que ingresó ayer.
Encuentra capítulos nuevos en ɴσνєʟα𝓼𝟜ƒα𝓷.ç𝓸𝓂
La doctora asintió con la cabeza y comenzó a bajar el brazo para dejarle pasar, pero Kristopher intervino con expresión tensa. —Soy el marido de Belinda. Debería entrar yo.
—¿Es usted su marido? —La doctora lo miró con severidad, con un tono de incredulidad en la voz. «Interesante. Es bastante raro verte aquí».
Belinda llevaba varios meses luchando contra un cáncer de estómago, pero hoy era la primera vez que su médico veía a su marido en el hospital.
Kristopher se irritó ante el tono sarcástico de la doctora. «Estoy ocupado. No puedo estar aquí cada vez que tiene alguna dolencia», espetó.
—¿Aquejas? —respondió la doctora con desdén—. Parece que apenas conoce a su esposa. —Con un gesto de resignación, bajó el brazo—. Muy bien, adelante.
Kristopher se apresuró a entrar en la sala de urgencias, donde Belinda yacía en la cama, con el rostro mortalmente pálido.
Llevaban juntos tres años, pero nunca la había visto tan vulnerable.
La conciencia de que sus propias acciones habían contribuido a su estado lo llenó de remordimiento. —Lo siento. Nunca quise hacerte daño…
—No importa —dijo Belinda con voz tranquila y una suave sonrisa en los labios—. Sé que no era tu intención.
Ella lo había amado profundamente durante tanto tiempo que podía leerlo como un libro abierto.
Él no correspondía a su amor, pero nunca le haría daño intencionadamente.
Su serenidad atravesó el corazón de Kristopher.
Suspiró y, con la ayuda de la enfermera, empujó la camilla fuera de la sala de urgencias.
«¿Cómo te encuentras, Belinda?», preguntó Darren, acercándose rápidamente con el rostro marcado por la preocupación. —¿Todavía te duele el estómago? Es culpa mía. Debería haberme dado cuenta de que él no te apreciaba. No te protegí lo suficiente. —Darren lanzó una mirada significativa a Kristopher.
—¿Qué estás insinuando? —preguntó Kristopher, frunciendo el ceño—. Fue solo un accidente cuando choqué con ella. No causes más drama.
—¿Causar drama? ¿O solo buscas otra forma de maltratar a Belinda? Darren se mantuvo firme, con la ira ardiendo en su interior. —¡La familia Cox tiene un historial de maltratarla! ¡Lo he visto con mis propios ojos!
—Tú…
—Darren…
Mientras la tensión entre los hombres amenazaba con estallar de nuevo, Belinda levantó débilmente la cabeza para mirar a Darren. —Tú también estás herido. Ve a curarte las heridas. Yo estaré bien aquí sola. No te preocupes por mí».
El rostro de Darren se tensó y abrió la boca para hablar, pero se detuvo al ver la mirada sincera de Belinda.
Exhaló profundamente tras una pausa. «Belinda, me voy por tu bien. Cuídate y avísame si necesitas algo».
Luego lanzó una mirada fulminante a Kristopher. —¡Si le vuelves a hacer daño, no lo permitiré!
Con esas palabras, Darren se alejó.
—Ha tomado la decisión correcta —murmuró Kristopher mientras maniobraba la cama de Belinda hacia la sala, con la mirada fija en la silueta de Darren que se desvanecía—. Si no hubieras intervenido, no lo habría perdonado.
Belinda cerró los ojos, agotada. —Le dejé marchar porque sé que eres demasiado terco para dar marcha atrás. Eso es todo.
Kristopher dejó de empujar la camilla de golpe y frunció el ceño. —¿Así que te preocupa él, protegerle?
.
.
.