Una segunda oportunidad con el CEO tras el divorcio - Capítulo 301
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Capítulo 301:
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La sonrisa de Cathy iluminó la habitación. —Por supuesto, Kristopher. Nos conocemos desde hace muchos años. Aparte de la ropa que me da la marca para las sesiones publicitarias, ¿cuándo me has visto llevar faldas de flores o de cuadros o cualquier cosa con un aire campestre? No es mi estilo. ¿Cómo podría llevarlo?
Inclinó la cabeza y le miró con sus grandes ojos con una expresión irresistiblemente adorable. «Pero bueno, si este estilo te gusta, lo intentaré. Por ti, lo que sea, ¿no?».
Su sonrisa se volvió encantadora y sus ojos brillaron. «Pero en serio, Kristopher, ¿no es esto más propio de una niña pequeña?».
Cada movimiento, cada palabra de Cathy estaba meticulosamente calculado. En el pasado, cada vez que empleaba ese encanto inocente, Kristopher se derretía en sus manos. No importaba lo que le pidiera, él siempre cedía. Cathy supuso que esta vez no sería diferente.
Sin embargo, la confusión nubló el rostro de Kristopher en lugar de la indulgencia. «Pero ¿recuerdas hace cinco años, cuando nos conocimos? Tu hermana juró que este estilo era el tuyo».
La habitación se sumió en un silencio repentino y la esperanza de Cathy de que él se mostrara cariñoso se desvaneció. Esbozó una sonrisa incómoda. —¿Ah, sí? Debo de haberlo olvidado, sobre todo después de volver a enfermar.
Kristopher entrecerró los ojos. —Cathy, parece que olvidas muchas cosas.
Desde tu amor por el rojo hasta tu habilidad para las carreras, y ahora incluso tu estilo preferido.
Había consultado a varios médicos, que le aseguraron que la pérdida de memoria en pacientes terminales solía ser selectiva, centrándose en un aspecto como mucho. Sin embargo, Cathy parecía haber borrado todo excepto aquel fatídico incidente de hacía cinco años, cuando ella y su hermana lo habían rescatado.
La mirada de Kristopher provocó un inexplicable cosquilleo en el corazón de Cathy. Fingió debilidad, apoyándose en la mesa y masajeándose las sienes. «Quizá… quizá mi estado ha empeorado…».
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Mientras hablaba, Cathy bajó la cabeza y se escondió detrás de los brazos, evitando la mirada de Kristopher. Por dentro, hervía de frustración. ¿Cuánto le había contado Joyce sobre Belinda? ¿Por qué esa miserable Belinda tenía unos gustos y unas ideas tan horteras?
Arriba, en la zona separada, Belinda permanecía en silencio contra la pared, con el oído atento a los sonidos que provenían de abajo. Sentía una inquietud insoportable en el corazón, como si una fuerza invisible la atenazara. Todo lo que había esperado no había sido más que una ilusión. Kristopher había decorado la villa para adaptarla a lo que él creía que era el gusto de Cathy, no por nada de lo que Joyce le había dicho sobre Belinda cinco años atrás, sino porque suponía que a Cathy le gustaba ese estilo.
Belinda no pudo evitar burlarse. Lo más probable era que Kristopher hubiera planeado esta sorpresa a espaldas de Cathy, convencido de que coincidía con sus preferencias. Sin embargo, su meticulosa planificación se había desviado de su curso. Al parecer, Cathy había olvidado que le gustaba este estilo.
Abajo, Kristopher dejó el tenedor después de terminar sus fideos. Se limpió la boca con un pañuelo y fijó su mirada aguda, como la de un águila, en Cathy. —¿Recuerdas el día en que nos cruzamos por primera vez?
Cathy apoyó la cabeza en la mesa por un momento y luego levantó las cejas, sumida en una profunda reflexión. —El día que nos conocimos…
Arriba, Belinda contuvo la respiración, esforzándose por captar cada sonido que provenía de abajo. No podía quitarse de la cabeza la curiosidad: ¿cuándo se habían conocido realmente Cathy y Kristopher? Le parecía demasiado preciso para ser una mera coincidencia que su primer encuentro hubiera tenido lugar el 28 de junio.
En el comedor, Cathy ladeó la cabeza y preguntó en voz baja: —Kristopher, ¿me estás poniendo a prueba? Nos conocimos el 28 de junio, ¿verdad? Ese día hacía mucho calor junto al mar y acabé quemándome con el sol.
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