Una segunda oportunidad con el CEO tras el divorcio - Capítulo 169
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Capítulo 169:
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Belinda se mordió el labio inferior y apretó los puños a los lados del cuerpo. «Es culpa mía otra vez…», murmuró. Con un profundo suspiro, volvió la mirada hacia las letras en negrita que adornaban la entrada de la sala de urgencias, con la voz cargada de cansancio. «Anthony ha tenido tantos problemas por mi culpa en el pasado. Y ahora, aunque ya casi no soy una Cox, lo he vuelto a meter en la UCI…».
Inclinó la cabeza, se pasó los dedos por el pelo y se encogió, abrumada por la culpa.
Los rumores que circulaban por Internet no la habían afectado realmente. Aún podía encontrarles el lado divertido, y había conspirado con Fred para desenmascarar a los responsables, prometiéndole una comida a cambio de su ayuda.
No fue hasta la llamada de Allen cuando se dio cuenta del profundo impacto que había tenido en Anthony.
«No debes culparte», insistió Allen, con tono tranquilizador mientras observaba su desesperación.
«Tú no eres quien difunde esas mentiras en Internet. Nada de esto es culpa tuya».
Lanzó una mirada significativa a Kristopher. «Los que deberían sentirse culpables son los que te difaman con esos rumores».
Aun así, Belinda mantuvo la cabeza gacha, con las manos cubriéndose el rostro. Kristopher se apoyó contra la pared frente a ella, frunciendo el ceño mientras la observaba atentamente.
Desde el momento en que había salido del ascensor, ella solo le había dirigido una mirada antes de desviar la atención hacia otro lado.
No habían intercambiado ni una sola palabra; ella ni siquiera había reconocido su presencia. Para ella, era como un extraño.
Kristopher se ajustó la corbata con irritación.
Hubo un tiempo en el que había deseado que Belinda le diera espacio, que dejara de controlar cada uno de sus movimientos.
Quería que se concentrara en su propia vida en lugar de en la de él. Ahora, sin embargo, al ver que ella lo ignoraba sin mostrar ningún signo de reconocimiento, sintió un fuerte nudo en el pecho.
Incapaz de soportar más el silencio asfixiante del pasillo, se decidió a hablar. —Belinda —comenzó, acercándose para sentarse a su lado—. He leído las tonterías que están difundiendo por Internet. Todo son historias inventadas».
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Belinda levantó la vista con expresión gélida.
«Sí, es completamente absurdo». Fred le había enseñado los recibos del trabajo extra de su compañero de piso, todos vinculados a un estudio llamado Kristopher and Cathy.
El nombre resonaba en su mente.
La mera mención de esos nombres implicaba que ellos estaban al mando, que sus intereses personales dictaban las operaciones.
Parecía plausible que los comentarios despectivos y los rumores en Internet hubieran sido instigados por ellos.
Ahora, Kristopher, uno de los conspiradores, ¡tenía el descaro de enfrentarse a ella directamente con esos rumores!
Ante su respuesta distante e indiferente, la irritación de Kristopher aumentó. Frunció el ceño y habló en voz baja, luchando por ocultar su frustración. —El día que abortaste, aparte del personal del hospital, ¿quién más lo sabía?
Belinda arqueó una ceja y respondió con sarcasmo mordaz. —¿Y por qué te importa esa información?
Su actitud fría y distante no hizo más que intensificar la irritación de Kristopher.
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