Un Regreso Inesperado: Rencores del pasado - Capítulo 400
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 400:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
No.
«¿Estás bien?», le devuelvo la pregunta.
«Sí», asiente levemente.
«Bella y yo estamos viviendo en casa de Sandra. Deberías venir». Una amplia y esperanzada sonrisa hace que las comisuras de sus labios se levanten.
Le revuelvo su suave cabello.
«Gracias por la invitación, pero ya estoy viviendo con Kian». Giro la cabeza hacia mi primo, que está de pie junto a la puerta, incómodo.
«Puedes venir a sentarte con nosotros, ¿sabes?». Me río por su postura, y él da unos pasos lentos hacia el sofá.
Suspiro y me vuelvo hacia Kayla.
«¿Quién te ha traído aquí?».
«Yo…». Se rasca la nuca.
—Oh —asiento, tratando de entender.
—¿De quién es el coche…?
—De Sandra. —Traga saliva.
—Pero yo no se lo dije.
—Mis ojos se abren como platos.
—Kayla.
—Elisia —replica ella.
Sacudo la cabeza mientras se me dibuja una sonrisa en el rostro y cojo el teléfono para llamar a Sandra.
Han pasado unas horas desde que Sandra e Isabella recogieron a Kayla. Querían enfadarse con ella, pero seamos sinceros, ¿quién podría? Es el alma más dulce y brillante que jamás conocerás. Estoy en mi habitación, escuchando la canción más desgarradora conocida por la vida humana.
«Waiting Room» de Phoebe Bridgers.
Estoy tumbada en la cama, mirando al techo sin nada que hacer. Eso es hasta que oigo que llaman a la puerta. Respondo para que Kian entre, y él abre lentamente la puerta.
—¿Cenamos? —pregunta.
—Estoy bien —suspiro, sin mirarlo a los ojos.
Hay un momento de silencio antes de que entre en mi habitación.
—No has comido nada desde que llegaste aquí. ¿Tan mala cocinera soy?
Me río suavemente.
No tengo apetito.
Es verdad, no puedo comer. Porque cada vez que intento pensar en otra cosa que no sean las conversaciones que hemos tenido Theo y yo en los últimos días, me entran ganas de vomitar. No puedo meter ni un bocado en la garganta, no cuando todo mi cuerpo arde… por él.
Ardo por él de todas las formas posibles, con cada hueso, cada músculo. Ardo. Por. Él.
«¿Ha pasado algo hoy?», pregunta Kian, sentándose en la cama a mi lado.
«Se podría decir que sí», murmuro.
—¿Te sentirías mejor si habláramos de ello? —Se encoge de hombros, haciendo todo lo posible por ayudarme.
Me incorporo en la cama.
—Theo vino a verme hoy.
—Supongo que no fue bien… —dice, y ambos sabemos ya la confirmación de esa afirmación.
—La conversación no llegó a ninguna parte. —Digo entre dientes, sin darme cuenta de que las lágrimas empiezan a acumularse.
—Tuve un ataque de pánico y…
Kian se queda en silencio, dándome el tiempo que necesito, esperando a que termine.
«No lo sé». Suspiro, con una lágrima rodando por mi mejilla.
«Me sentí tan agotada».
«¿Qué cosa?».
«Hablar con él. La situación». Aclaro.
«Todavía no puedo entender el hecho de que me haya hecho esto».
.
.
.