Un Regreso Inesperado: Rencores del pasado - Capítulo 380
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 380:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Tengo toda la mano cubierta de rojo carmesí.
Sabía que estaba herido, pero ver cómo me salía la sangre sigue asustándome muchísimo.
—Mierda —maldice Sergio mientras examina mis heridas.
Sus palabras solo hacen que las lágrimas caigan con más fuerza. Su reacción confirmó que estaba mal.
—Vale, vale —balbucea, tratando de calmarme.
—¡No llores! Theo me matará.
Escuchar su nombre solo hace que más lágrimas corran por mi rostro ensangrentado. Sergio me rodea con sus brazos protectores y me aleja de este infierno.
Sergio está aquí, lo que significa que Theo debe estar cerca. Solo de pensarlo, el corazón me late con fuerza, pero no como antes.
No es con cariño ni con mariposas.
Es pura ira. Traición.
Siento cómo me tiemblan las entrañas de rabia al pensar en todo lo que ha pasado. No me importa si está aquí para salvarme; es un mentiroso.
Ya he tenido suficientes mentiras en mi vida.
Antes de darme cuenta, estoy de pie frente a un coche grande y negro brillante. Oigo a Sergio hablar por su micrófono, enviando un mensaje a los demás.
Me mira y dice: «Ven, vamos a limpiarte».
Había olvidado que Kian estaba detrás de nosotros hasta que abrió el maletero y me ayudó a sentarme en el borde. Cogió un botiquín de primeros auxilios del coche y se lo entregó a Sergio.
Él y yo nos miramos a los ojos y me sonrió con torpeza. Dijo que su apellido era Alfonso, que era pariente mío. ¿Pero quién…? De repente, me estremezco cuando Sergio intenta frotar el paño blanco y grande en mi cabeza. Me frunce el ceño.
«Te buscamos… nos llevó una eternidad encontrarte. Lo siento mucho».
Una leve sonrisa se dibuja en mi rostro.
«No es culpa tuya».
Me mira con simpatía y el corazón me duele al ver su expresión. Sé que está tratando de consolarme, pero desprecio la lástima.
«¿Dónde estoy?», le pregunto, mirándolo.
Kian y Sergio intercambian una mirada de sorpresa.
«¿Qué quieres decir?».
«Quiero decir…». Respiro hondo.
«No me dejó salir. Y la única vez que conseguí su teléfono, él…». Hago una pausa.
Intento, de verdad que lo intento, sacar las palabras, pero no puedo. Todo en mi alma y mi cuerpo me traiciona. Siento la garganta en carne viva y una sensación de escozor y hormigueo se apodera de ella.
Recuerdo cada cosa injusta que me hizo. Nunca lo olvidaré.
Mis manos se aferran al borde del baúl mientras mi mente recuerda su comportamiento hostil hacia mí.
«No tendrás más intimidad». Escupe, con ira en su profunda y agrietada voz.
«Ya que eres incapaz de que te confíen una mierda, ¿entendido?».
«No». Grito esa misma palabra, la millonésima vez que la digo.
«Déjame».
Me sacudí contra su cuerpo y la pared, tratando de encontrar misericordia en él.
«¿Quieres cambiar? Hazlo delante de mí. ¿Quieres ducharte? Allí estaré. ¿Quieres cerrar mis malditas puertas? Yo las quitaré». Afirma bruscamente, como si este fuera mi castigo personalizado. Pero algo me dice que disfrutaría de estas ideas, como el cabrón sádico que es.
«Y vas a cumplir todas y cada una de las reglas con la cabeza gacha».
«Elisia…». La voz de Sergio me devuelve a la realidad.
Aspiro hondo mientras más lágrimas llenan mis ojos. No entiendo por qué me hizo esto. Nunca le hice nada malo. Entonces, ¿por qué me trató así? Como si fuera un animal al que adoraba, pero también despreciaba cuando no cooperaba…
«No hace falta que hables de ello», me asegura Sergio, dándome un pequeño abrazo.
«Estás en Rusia», señala Kian en voz baja.
Asiento con la cabeza. Aunque hubiera conseguido escapar por mi cuenta, no habría tenido salida.
.
.
.