Un Regreso Inesperado: Rencores del pasado - Capítulo 348
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Capítulo 348:
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«Di la cantidad», gruñe Theo.
—¿Un millón? ¿Mil millones? ¿Un puto billón? Sea lo que sea, te lo daré. Pero no su vida.
—Santos, firmaste un puto contrato —ladra papá.
—Tengo pruebas de ello. Los contratos no son una puta broma.
Theo aprieta los dientes, con cuidado de no decir nada provocador.
—No tengo elección. No le haré esto.
—¡Dios mío! —grita papá, mirando la silla frente a él y agarrándose del reposacabezas—.
Ya lo has hecho. La has destrozado. Ahora, acaba de una puta vez.
—Dominic, esta es la última maldita vez que lo diré —el comportamiento de Theo se vuelve puramente lleno de rabia—.
—Ella. Es. Mi. Mujer. No le haré daño.
—¿Esposa? —imita Papá.
—Todo tu matrimonio es una broma. ¡Una mentira!
—Las cosas cambiaron, joder —grita Theo.
—No sabía lo cabrón que eras. Estás loco por querer matar a tu hija.
—¿Hija? —Papá se ríe maniáticamente.
—Oh, Santos, ¿qué hija? ¿De qué coño estás hablando?
Theo gruñe: «Ella no es mi hija. La puta es hija de mi hermano, a quien también maté». Papá se ríe.
«Cambié a los bebés en el hospital. Mi mujer tuvo gemelos, así que regalé uno, y al otro, Dante, acabé matándolo junto con la mujer de mi hermano…».
En cuestión de segundos, Theo empuja a mi padre, Dominic, contra la pared.
—¡Puto enfermo!
—Oh —se burla.
—¿Así que ahora el enfermo soy yo? Dominic se acerca un poco.
—¿Y tú qué eres? ¡Estuviste de acuerdo con esto! ¡Sin dudarlo, firmaste el contrato para matar a la zorra en su vigésimo primer cumpleaños!
Theo retrocede, todavía apretando los puños con una expresión asesina en el rostro.
—¿Por qué coño has hecho esto, eh? —grita Theo, pasándose las manos por el pelo.
Dominic no responde; simplemente respira con dificultad.
—¡Contéstame, joder! —grita Theo de nuevo, esta vez mucho más fuerte que antes.
—Mataste a tus hijos… ¿y para qué? ¿Solo para tratar a mi mujer como si estuviera en el mismísimo infierno?
«Esos niños no eran míos. ¡Esa zorra de mi mujer me engañó!», grita Dominic.
«¡Eran unos putos niños!». Theo parece disgustado, puro odio en sus ojos.
«¡Psicópata!».
«Sí, sí, lo que sea». Dominic lo despide como si no acabara de admitir haber hecho cosas tan horribles y enfermizas.
«¿Por qué necesitabas a Sia?», pregunta Theo finalmente después de un momento de profundo silencio.
«¿Por qué no la habías matado? ¿Por qué yo, eh?».
«Quería el imperio español, el imperio de mi hermano. ¡Todo estaba a su puto nombre!», divaga Dominic.
«¡Ya era tuyo después de que lo mataras, joder!», razona Theo.
«Ah, ¿así que también te diste cuenta de que maté a mi hermano?», sonríe Dominic con aire de suficiencia.
«No hacía falta ser un genio para darse cuenta», espeta Theo.
«Pedro se había enterado de mis intenciones y de que Elisia era su sangre. El cabrón puso su nombre a todo, así que tuve que mantenerla con vida». Responde Dominic.
«Solo hasta que cumpliera veintiún años. Entonces, tu padre vino con una propuesta de matrimonio. Pensé, ¿por qué debería hacer yo el trabajo sucio cuando tú puedes hacerlo por mí?».
«Yo no hago nada de eso», dice Theo.
«No te dejaré acercarte a mi mujer».
«Si tú no lo haces, lo hará otro». Puedo oír la sonrisa en su voz malvada.
«No», grita Theo.
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