Un Regreso Inesperado: Rencores del pasado - Capítulo 341
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Capítulo 341:
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«Y Ramos… sabe que lo matarías si alguna vez lo vuelves a encontrar».
«Entonces, ¿por qué?», murmura Sergio, más para sí mismo que para nadie.
Silencio.
La respuesta está ahí mismo, justo fuera de su alcance.
Entonces, hace clic.
«Primero tenemos que encontrar a Fernando». Mi voz es de acero.
«Él nos llevará hasta donde está Sia».
Elisia
«Estás tan guapa debajo de mí, cariño», gime Theo, golpeando sus caderas contra mi trasero.
Cada embestida hace que mi estómago golpee contra el colchón, y la presión aumenta con cada movimiento.
«Joder…», gimo, hundiendo la cara en el edredón en un débil intento de amortiguar mis ruidos.
«No puedo… más despacio».
Pero él no lo hace.
Y en el fondo, no quiero que lo haga.
El dolor placentero es embriagador, y me envía oleadas de placer.
Una risita baja retumba en su pecho.
«Yo decido cuándo quiero ir más despacio, ¿vale?».
Dejo escapar un murmullo sordo de asentimiento, mi cuerpo se entrega por completo al suyo.
Ese nudo familiar y opresivo comienza a enroscarse en mi estómago, una advertencia de lo que está por venir. Mis dedos se hunden en las sábanas mientras gimo: «Estoy a punto de correrme, ¡por favor!».
Y con una última embestida, se desploma sobre mí, con su frente presionando mi espalda, su peso cálido y pesado.
Se levanta ligeramente, con cuidado de no aplastarme por completo, su aliento acariciando mi oído.
—¿Sexto asalto? —Su voz es ronca, burlona.
Apenas tengo fuerzas para poner los ojos en blanco mientras nos da la vuelta, con mi cuerpo a horcajadas sobre el suyo. Me tiemblan las piernas de cansancio, pero me dejo fundir contra su pecho, rodeando su cuello con mis brazos.
—Me vas a romper —me río, sintiendo mi corazón latiendo salvajemente contra el suyo.
—¿Sexto asalto, más tarde? —vuelve a intentarlo, esperanzado.
—Sí, sí, lo que sea —murmuro, suspirando en su calor.
—Solo abrázame ahora mismo.
Sin dudarlo, nos cubre con las sábanas, envolviéndonos en sus brazos.
Justo cuando empiezo a sentirme cómoda, lo noto.
Duro. Presionándome.
¿Otra vez?
Gimo.
—Puedo sentirte contra mí.
Una sonrisa perezosa se dibuja en sus labios.
—Puedo sentir tus tetas y ese coñito húmedo contra mí. No me oyes quejarme, ¿verdad?
Resoplo, conteniendo una sonrisa.
—No me gustas.
Él se ríe, apretándome con más fuerza.
—Mentirosa.
Elisia
—Me gustas —susurro.
Los dedos de Theo se entrelazan en mi cabello, apretándolo ligeramente mientras me acerca, sus labios chocando contra los míos. Saborea cada segundo, como si quisiera grabar el momento en su memoria.
—Theo —murmuro, dándome la vuelta en la cama, buscando el calor de su cuerpo.
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