Un Regreso Inesperado: Rencores del pasado - Capítulo 133
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Capítulo 133:
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Cuando Shawn intenta llevar a Isabella adentro, ella también lo empuja.
Respiro hondo y miro a Elisia. Me muevo para agarrarla por la cintura, pero ella me empuja de nuevo.
«¡Suéltame, asqueroso! ¡Estoy casada!», se burla, colgando su mano izquierda frente a mi cara.
«Mi marido es un maniático posesivo que te matará».
Miro a Sergio y a Shawn, que se están conteniendo las risas.
Gruño.
«Lo sé, Sia. Soy tu marido».
«¿Lo eres?» Inclina la cabeza de forma muy mona.
—Sia, está mintiendo. Estás casada con mi hermano, ¿recuerdas? —grita Isabella en un susurro.
—Soy tu hermano, Bella —gruño, enfatizando la palabra soy.
—No —Sandra niega con la cabeza como si no pudiera creerlo.
—¡Es un impostor!
—¿Es? —resopla Shawn.
«¡Me cago en la puta leche!», exclama Sergio, dejando escapar por fin la risa que había estado conteniendo.
Shawn se une a él, y yo no puedo evitar sonreír también.
«Son unos borrachos graciosos», resopla Shawn.
«Se supone que tenéis que ayudarme», afirmo, mordiéndome la mejilla para evitar sonreír.
«Sí. ¡Claro!», responde Sergio, enderezándose.
—Hagámoslo por las malas —dice Shawn, asintiendo con la cabeza hacia mí y Sergio.
Las chicas se miran confundidas, pero rápidamente se convierten en un grito cuando Shawn levanta a Isabella y la lleva adentro.
—¡Idiota! —grita ella, tratando de zafarse de su agarre.
Sergio mira a Sandra, que no hace ningún movimiento para moverse. Él gruñe y la levanta también.
—¡Si no estuviera tan borracho, te mataría! —grita Sandra, golpeando a Sergio en el pecho repetidamente.
Eso nos deja a mí y a Elisia.
La miro y ella retrocede.
—¿Vas a caminar o tengo que echarte al hombro? —Levantó una ceja.
—¡Jesús, mierda, caminaré! —dice Elisia entre dientes.
Le hago un gesto para que siga adelante y ella me mira con furia antes de avanzar de mala gana. Ni siquiera da un paso completo antes de resbalar ligeramente.
«Ay», murmura.
«Mi tobillo».
«Maldita sea».
Deslizo mis manos bajo su espalda y sus muslos. Antes de que pueda siquiera procesar nada, la levanto al estilo nupcial.
«No», hace pucheros.
«Bájame, por favor».
La miro de cerca y veo que tiene el rímel corrido bajo los ojos.
¿Ha estado llorando?
¿Por eso se han emborrachado?
Frunzo el ceño cuando veo que se le acumulan más lágrimas en los ojos.
—¿Por qué lloras? —murmuro, dejándola en el suelo con cuidado. Inmediatamente pongo mis manos en su cintura, sujetándola para que no se caiga.
—No me cojas —frunce el ceño.
«¿Estabas llorando porque te levanté?». Sonrío un poco.
«Cállate», espeta.
«¿Por qué tienes que ser tan sexy?». Arqueo una ceja.
Esto se está yendo del tema, ¿no?
«En primer lugar», dice con hipo.
«A mi marido no le gustaría que me levantaras así. Y, en segundo lugar, peso mucho».
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