Un Destino Sellado por la Mafia - Capítulo 59
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Capítulo 59:
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Punto de vista de Marcus
Cuando me enteré de que Davis había muerto, no podía estar más feliz. Incluso organicé una fiesta para celebrarlo. Me ahorró la molestia de tener que pensar cómo deshacerme de él yo mismo. Sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que tuviera que lidiar con él, pero Víctor se me adelantó.
Hoy estaba en mi club favorito cuando Víctor me llamó para invitarme a cenar. No me entusiasmaba la idea, pero luego me enteré de que Christine, más conocida como Quin, ahora vivía con Víctor. Eso me llamó la atención. Quin era alguien a quien valía la pena conocer, sobre todo si podía sacar algo de ella.
Cuando llegó la hora, salí de mi casa y me dirigí a la mansión de Víctor. Para mi sorpresa, Mariam también estaba allí. La mesa estaba repleta de platos y bebidas de todo tipo. Era un auténtico festín, pero no podía quitarme de la cabeza la sensación de que aquella reunión tenía un propósito más profundo.
Así que rompí el silencio.
«¿A qué se debe esta reunión?», pregunté.
Victor no dudó.
«Solo quiero que Christine conozca a mi familia en persona», dijo con su calma habitual.
Miré a Christine, que estaba sentada frente a mí, y sonreí.
«Quin, ¿verdad?», dije, fingiendo no saber que su verdadero nombre era Christine.
Ella respondió sin perder el ritmo.
«Sí, Marcus. El traidor de su hermanastra, ¿verdad?». Su voz era aguda y deliberada.
Elena, sentada junto a Víctor, se atragantó ligeramente con la comida. La incomodidad era evidente. Pero yo no me inmuté.
«Sí, soy yo», respondí con frialdad.
Ese momento me indicó que Christine no era alguien a quien tomar a la ligera.
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Víctor dirigió su atención hacia mí, rompiendo la tensión.
—Entonces, Marcus, ¿cómo consigues las drogas que vendes? —preguntó, entrecerrando los ojos.
Sabía que Víctor llevaba tiempo intentando averiguarlo, pero yo siempre tenía los ojos y los oídos bien abiertos. Aún no había conseguido descifrarlo.
Antes de que pudiera responder, Mariam intervino con una risa.
«No os olvidéis de que hay un policía aquí con vosotros».
Todos se rieron, pero la tensión no se disipó.
Aclaré la garganta y respondí con naturalidad:
«Me las da un amigo mío».
Víctor no había terminado.
«¿Puedes ponerme en contacto con ese amigo?», preguntó con seriedad.
«No hay problema», respondí, sabiendo muy bien que no iba a entregarle nada tan fácilmente.
«Dame tiempo para hablar con él primero».
Victor asintió, pero me di cuenta de que su mente ya estaba barajando las posibilidades. Siempre estaba buscando una ventaja, igual que yo.
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