Un Destino Sellado por la Mafia - Capítulo 318
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Capítulo 318:
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El recuerdo me golpeó como un puñetazo en el pecho. Recordé la discusión, cómo perdí el control y el momento en que la empujé. Cayó con fuerza y supe inmediatamente que había cometido un terrible error. El bebé no sobrevivió. Estaba embarazada de cinco meses.
Hannah se escapó después de eso y nunca pensé que volvería a verla.
«He oído que tu mujer está embarazada de dos o tres meses», dijo Hannah con voz despreocupada, pero sus palabras me dolieron como puñales.
Mis ojos se abrieron como platos, sorprendido. ¿Cómo lo sabía? Llevaba años fuera y me había asegurado de mantener mi vida privada alejada del mundo.
«Sí…», respondí con cautela, todavía tratando de entender qué hacía ella allí.
Ella volvió a sonreír, pero esta vez fue más fría, más siniestra. «Cuando el bebé tenga cinco meses, volveré para hacerle lo mismo que le hiciste a la mía», dijo con voz tranquila pero llena de veneno.
Me quedé paralizada, sus palabras me atravesaron como una navaja. Antes de que pudiera responder, se dio la vuelta y se alejó, desapareciendo entre la multitud.
La miré fijamente, con la mente a mil por hora. Hannah acababa de declararse mi enemiga, y sabía que era algo personal. No era la chica frágil y llorona que había conocido. Había cambiado. Ahora era más fuerte, más peligrosa.
Por primera vez en años, sentí un escalofrío recorriendo mi espalda. Mientras me sentaba en mi asiento, sus palabras resonaban en mi mente. Me había enfrentado a innumerables enemigos, desde familias mafiosas rivales hasta Adrian y sus planes, pero esto… esto era diferente.
Tomé otro sorbo de whisky, tratando de calmarme. En el fondo, sabía que esto no había terminado. Hannah había dejado claras sus intenciones y algo me decía que no estaba mintiendo.
Otro enemigo, pensé con amargura. Como si no tuviera ya suficientes.
Pero este… este podría ser el más difícil de manejar.
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Punto de vista de Hannah Algunas heridas nunca se curan, por mucho tiempo que pase. Me llamo Hannah y mi vida cambió el día que mi padre me entregó a Víctor. Solo tenía diecisiete años, estaba llena de sueños y esperanzas de un futuro brillante. Quería ser médica. Pero ese día, todos mis sueños se hicieron añicos. El recuerdo sigue vivo, como si hubiera sucedido ayer. Mi padre me vendió por dinero. No fue solo una traición, fue la destrucción de mi alma.
A Víctor no le importaba lo joven que era ni cuánto le suplicaba. Para él solo era otra posesión. Me quitó la virginidad sin pensarlo, sin mostrar ni una pizca de humanidad. Pero no es que le importara, ni siquiera le gustaba mirarme a la cara. Para Víctor, yo era un recordatorio constante de algo que había perdido.
Más tarde supe que su novia, Sofía, había muerto. Su muerte lo destrozó de una forma que yo no podía entender, pero eso no le daba derecho a destruir a otros. Hizo de mi vida un infierno. Durante esas noches me tapaba la cara porque decía que le daba asco. Me convertí en su juguete, su juguete sexual, como me llamaban burlonamente sus hombres. Odiaba cada segundo de mi vida con él.
Cuando me quedé embarazada por primera vez, pensé que quizá, solo quizá, las cosas cambiarían. Pero Víctor no estaba interesado en tener un hijo conmigo. Me echó algo en la bebida sin que me diera cuenta y perdí al bebé a las tres semanas. Cuando me quedé embarazada por segunda vez, trajo a una enfermera para que se ocupara de mí. Ni siquiera pude opinar.
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