Un Destino Sellado por la Mafia - Capítulo 276
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Capítulo 276:
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Mary negó con la cabeza. «No. Casi ninguno de los empleados lo es», reveló. «La mayoría estamos pagando deudas, ya sean nuestras o de nuestros padres. O nos vendieron».
Sus palabras me golpearon como una bofetada en la cara. Yo no era especial. No era diferente. Solo era otro peón en el mundo de deudas y juegos de poder de Víctor. Mi hermanastro Marcus me había utilizado para saldar su deuda, igual que el padre de Mary había hecho con ella.
No podía quedarme allí más tiempo. No podía aceptar esa vida. La realidad me golpeó como un maremoto y, por primera vez en días, sentí una chispa de esperanza. —Mary —dije con voz temblorosa y urgente—. ¿Puedes ayudarme a salir de aquí?
Los labios de Mary esbozaron una sonrisa triste. —No, no puedo —dijo con firmeza—. Si Víctor se entera, me matará.
Negué con la cabeza, negándome a rendirme. «No se enterará. No si lo hacemos bien», insistí. «Te prometo que, si me ayudas, volveré a por ti. También te sacaré de aquí».
Mary me miró fijamente durante un largo rato, con los ojos llenos de conflicto. Podía ver que quería ayudar, pero el miedo la retenía. Finalmente, suspiró. «Hablaremos de esto mañana», dijo con voz tranquila pero decidida.
«Gracias», susurré con el corazón latiéndome con fuerza.
Cuando Mary salió de la habitación, me permití albergar esperanzas. Por primera vez desde que comenzó esta pesadilla, tenía un plan. Era frágil y arriesgado, pero era algo. Si lograba convencer a Mary de que me ayudara, tal vez tendría una oportunidad de escapar de las garras de Víctor.
Y una vez libre, haría todo lo que estuviera en mi mano para asegurarme de que la Lógica de Dios triunfara. Porque en ese momento, solo tenía una certeza: la muerte era mejor que esta vida.
Punto de vista de Elena
No podía dormir. La noche se alargaba interminablemente, como una espesa niebla sofocante. Cada vez que intentaba cerrar los ojos, mi mente se aceleraba con pensamientos de fuga. Estaba atrapada en una pesadilla y lo único que quería era que terminara. Deseaba que saliera el sol, con la esperanza de que con la primera luz del alba algo cambiara. Quizás hoy Mary vendría a rescatarme, tal y como me había prometido.
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Los minutos se hacían eternos y yo yacía allí, sintiendo el peso del silencio presionándome. No tenía ni idea de cuánto tiempo llevaba despierta, pero me parecía una eternidad. Por fin, vi la primera luz del alba filtrarse por las rendijas de las cortinas. Mi corazón dio un vuelco. Era de mañana. Quizás, solo quizás, las cosas finalmente cambiarían.
Cuando la puerta se abrió con un chirrido, me senté en la cama, sobresaltada. Al principio pensé que era Mary, que me traía el desayuno, como siempre. Pero cuando parpadeé para enfocar la vista, lo vi de pie en la puerta: Víctor.
Me quedé paralizada. Al principio, pensé en lo habitual: sexo. Me preparé para cualquier tarea cruel que me exigiera ese día. Pero, en lugar del silencio y las órdenes frías de siempre, se quedó allí mirándome, casi como si estuviera perdido en sus pensamientos.
—No puedo dejar de pensar en ello, Elena —dijo con voz baja y distante—. La lógica de Dios… Él siempre está ahí, como si estuviera observando cada uno de mis movimientos. Y como sé lo que quiere, no puedo entregarte a él.
Me quedé mirándolo, con el corazón latiéndome con fuerza en el pecho. No lo entendía. Últimamente, Víctor había estado comportándose de forma impredecible, pero esto… esto era diferente.
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