Un Destino Sellado por la Mafia - Capítulo 256
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Capítulo 256:
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Cuando llegamos a la mansión, salí del coche, ansioso por empezar de cero. Pero en cuanto entramos, algo me pareció extraño. Los hombres de Víctor estaban reunidos en el comedor, con el rostro sombrío y susurrando con urgencia.
Victor y yo intercambiamos una mirada antes de dirigirnos hacia el alboroto. Mis pasos se tambalearon cuando mis ojos se posaron en el cuerpo sin vida que yacía en el suelo.
Mi madre.
Jessica.
«No…». La palabra apenas salió de mis labios mientras mis rodillas se doblaban. No podía creer lo que estaba viendo. Parecía un sueño, una pesadilla cruel y retorcida.
Víctor me sujetó antes de que cayera al suelo, estabilizándome con sus brazos. Mi mente se aceleró, tratando de dar sentido a lo que estaba pasando. ¿Cómo podía ser real?
Las lágrimas nublaron mi visión mientras me arrodillaba a su lado y extendía la mano para tocarla. Estaba fría, demasiado fría. Se me hizo un nudo en la garganta y se me cortó la respiración al comprender la realidad.
Jessica había muerto.
—¿Quién ha hecho esto? —La voz de Víctor era aguda, apenas contenía la ira.
Uno de sus hombres dio un paso al frente. —Aún no lo sabemos, jefe. Pero lo averiguaremos.
Nunca me gustó mi madre. Jessica era la razón por la que sufrí tanto tras la muerte de mi padre. Si ella hubiera estado siempre ahí, no me habrían vendido a Víctor. Su egoísmo me dejó cicatrices que creía que nunca sanarían. Sin embargo, ver su cuerpo sin vida en el frío suelo rompió algo dentro de mí. No esperaba que doliera, pero lo hizo. El dolor era agudo y se hizo más intenso cuando los hombres de Víctor se llevaron el cuerpo.
Mientras trabajaban, me volví hacia Víctor. Su expresión era diferente: concentrada, calculadora. Observaba todo con atención, como si intentara armar un rompecabezas que solo él podía resolver. No dijo nada, pero sus ojos lo decían todo: esto era más grande de lo que parecía.
Cuando uno de sus hombres le trajo las imágenes de las cámaras de seguridad, miré por encima de su hombro. Las imágenes mostraban los últimos momentos de mi madre, pero no revelaban mucho. El asesino había sido cuidadoso y había mantenido el rostro oculto. No había nada, ni pistas, ni detalles, solo una figura oscura que se deslizaba en la noche.
Victor asintió lentamente, como si por fin hubiera encajado algo en su mente. No pude contener más mi curiosidad. Pasaron horas antes de que finalmente me enfrentara a él.
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—Victor, ¿quién pudo haber hecho esto? —le pregunté, tratando de mantener la voz firme, aunque sentía un nudo en la garganta por el miedo. Él soltó un profundo suspiro y se recostó en la silla.
«Alguien con quien no se bromea», respondió con voz baja y seria. «A veces me pregunto por qué Dios lo creó».
Sus palabras me helaron la sangre. «¿Quién es esa persona?», pregunté con voz temblorosa.
La mirada de Víctor se clavó en la mía, con expresión sombría. «Le llamamos La Lógica de Dios», dijo.
«¿La Lógica de Dios?», repetí, confundida.
Victor asintió. «Es un asesino diferente a todos los demás. No solo acaba con la vida de su objetivo, sino que destruye a toda su familia. Si han enviado a alguien tras tu madre, Elena, eso significa que tú eres la siguiente».
Se me hizo un nudo en el estómago. El miedo me invadió, amenazando con asfixiarme. «¿Por qué? ¿Por qué querría alguien matarme?», pregunté con voz temblorosa.
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