Un Destino Sellado por la Mafia - Capítulo 232
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Capítulo 232:
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«Llevamos un tiempo trabajando juntos», respondí. «Es de confianza».
Víctor asintió lentamente, pero pude ver que su mente estaba trabajando a toda velocidad. Estaba sospechando, y sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que empezara a indagar más.
Al salir de su oficina, un sudor frío me brotó en la frente. Víctor estaba tras la pista de algo y, si Mars no se espabilaba, nos hundiría a los dos.
Esa noche, encontré a Mars en el jardín, con su actitud despreocupada habitual sustituida por una energía nerviosa.
«Tenemos que hablar», le dije en voz baja pero firme.
Mars me miró, con expresión inquieta. «¿Qué pasa?».
—Victor sospecha —dije—. Y es por tu culpa.
Mars abrió la boca para discutir, pero lo interrumpí. —Has sido descuidado —dije—. Haciendo preguntas sobre Elena, merodeando por su habitación. Estás llamando la atención sobre ti y sobre mí.
Mars suspiró y se pasó una mano por el pelo. —No quería que pasara esto —dijo.
—Pues ha pasado —respondí—. Y si no lo arreglas, los dos estamos muertos.
Mientras me alejaba, sentí un escalofrío recorrerme la espalda. El juego al que estábamos jugando era peligroso y nunca había habido tanto en juego.
Pero la verdadera pregunta seguía rondando mi mente: ¿podía seguir confiando en que Mars se ciñera al plan, o su creciente obsesión por Elena sería el fin de ambos?
Punto de vista de Elena
Hacía mucho tiempo que no veía a alguien tan llamativo como Mars. Su presencia me llamó la atención inmediatamente cuando Víctor y yo fuimos a recibir a nuestro visitante esa mañana. Marcus nos lo presentó como Mars, un señor de la mafia de California. A pesar de su encanto, no podía ignorar el hecho de que pertenecía al mismo mundo despiadado que Víctor.
Durante el desayuno, pillé a Mars mirándome fijamente, sin vergüenza alguna. Su mirada me resultaba halagadora e inquietante a la vez. Me recordaba a los días en que estaba soltera y los desconocidos me miraban con una mezcla de admiración y deseo. Pero ahora, sus intensos ojos e es me atravesaban de tal manera que me hacían sentir incómoda. Estaba segura de que Víctor se había dado cuenta, pero no dijo ni una palabra.
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Sin embargo, no podía culparlo del todo. Mars era todo lo que Víctor no era: refinado, seguro de sí mismo y carismático sin esfuerzo. Pero saber quién era me facilitaba resistir su atractivo. Su reputación como famoso señor de la mafia era suficiente para mantenerme en guardia.
Más tarde, esa misma noche, mientras me relajaba en mi habitación, ocurrió algo inesperado.
La puerta se abrió sin que llamaran y allí estaba él: Mars. Su expresión era tranquila, casi inocente, mientras entraba en la habitación.
—Oh, lo siento —dijo fingiendo sorpresa—. En realidad estaba buscando el baño.
Arqueé una ceja ante su excusa. Tenía que estar mintiendo. La mansión de Víctor era enorme, pero cualquiera con dos ojos podía orientarse fácilmente.
«¿En serio?», pregunté cruzando los brazos.
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