Un Destino Sellado por la Mafia - Capítulo 22
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Capítulo 22:
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Rápidamente cogí mi teléfono y le envié un mensaje a Gad. «Has evitado mi pregunta y luego me has acusado de algo de lo que no sabía nada. Acabas de dejar claro que mataste a los padres de Víctor».
Esperaba que este mensaje me ayudara a recuperar la confianza que había perdido tras la pregunta de Gad. Sus palabras me habían sacudido, pero necesitaba mantener la concentración.
Más allá del caos reciente, tenía otro gran problema. Mis clientes exigían la entrega de drogas duras. Había vendido todo lo que le había robado a Gad y ya había cobrado el dinero a mis compradores. Estaba en un aprieto y sabía que tenía que actuar rápido.
El plan que se formó en mi mente era arriesgado, pero necesario. Decidí robar las drogas que le había vendido a Víctor. Elena sería crucial para ayudarme con este plan.
Yo había llevado las drogas a la mansión de Víctor. Para evitar sospechas, necesitaba comprobar si Víctor había sacado algo inusual de su mansión. Conseguí engañar a uno de los hombres de Víctor para que me revelara que no se había movido nada fuera de lo normal.
Esta información confirmó mi plan: tenía que ser extremadamente cuidadoso. Tenía que ejecutar mi plan sin alertar a Víctor ni a su seguridad.
Había mucho en juego y el riesgo era enorme. Pero no podía permitirme fallar. Cada movimiento tenía que ser preciso y cada paso debía estar calculado.
Mientras me preparaba para poner mi plan en marcha, sentí una mezcla de miedo y determinación. Era mi oportunidad de arreglar mis errores y darle la vuelta a la situación.
Punto de vista de Elena
Una semana después del caótico incidente de la fiesta, estaba de vuelta en la mansión. Mis fuerzas volvían poco a poco y trataba de sacar lo mejor de ello. Mientras rebuscaba en mi armario, encontré un vestido que parecía pertenecerme, no solo una pieza de mi vida pasada.
Me vestí con cuidado, me maquillé un poco, con la esperanza de sentir un poco de normalidad. Cuando me reuní con Víctor para desayunar, noté algo diferente en sus ojos, una mirada que parecía una mezcla de afecto y algo más oscuro.
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Lo saludé y me senté, tratando de ignorar la inquietante intensidad de su mirada.
Incluso cuando sirvieron la comida, los ojos de Víctor permanecieron fijos en mí. Me sentía incómoda bajo su mirada escrutadora. «Come, se va a enfriar», le dije, intentando romper la tensión.
De repente, su expresión se tornó airada. Se levantó bruscamente, me agarró del brazo y me arrastró hacia su habitación.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras lo seguía, con la mente acelerada. Dentro de su habitación, el ambiente estaba cargado de una energía incómoda. El comportamiento de Víctor era intenso y conflictivo. Parecía luchar entre la ira y una necesidad abrumadora.
No me dejó quitarme el vestido; lo hizo él mismo, como si no fuera la primera vez que lo hacía. Me empujó sobre la cama y me agarró el pecho derecho con fuerza, causándome un dolor agudo, antes de pasar al otro.
Aunque una parte de mí reaccionó a su tacto, este no era el hombre con el que quería estar. Si hubiera podido ir más lejos, lo habría hecho, pero mi cuerpo se resistió. Lo que siguió fue una confusa mezcla de incomodidad y excitación no deseada, que me dejó emocionalmente conmocionada y profundamente conflictiva.
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