Un Destino Sellado por la Mafia - Capítulo 202
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Capítulo 202:
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Jessica me sacó de mis pensamientos con su voz aguda. «¿Qué quieres?», preguntó, con evidente desesperación.
Le lancé una mirada y le susurré: «No voy a negociar con él, Jessica». Pero ella me ignoró, concentrada únicamente en el teléfono. Henry carraspeó al otro lado de la línea. «Oh, es muy sencillo», dijo, fingiendo inocencia. «Solo quiero lo que es mío».
Jessica se inclinó hacia adelante, con los ojos muy abiertos. «Te escucho», respondió, dispuesta a hacer lo que fuera necesario para recuperar a su hija.
La voz de Henry se volvió seria. «Marcus me ha dicho que has recuperado todo lo que me robó. ¿Es eso cierto?».
No respondí, pero Jessica asintió con voz firme. «Sí, es cierto».
Henry soltó un suspiro de satisfacción. «Bien. Esto es lo que va a pasar: me devolverás todo en los próximos dos días. Si no…». Dejó la frase en el aire, con una fría amenaza flotando en el ambiente.
Jessica palideció, pero logró hablar. «Si no, ¿qué?».
«Si no, Elena muere», dijo Henry con sencillez, y la línea se cortó.
Bajé el teléfono, con la sangre hirviéndome en las venas. El hecho de que tuviera la audacia de hacer exigencias, de utilizar la vida de Elena como moneda de cambio… Lo único que quería era atravesar el teléfono y destrozarlo.
La voz de Jessica rompió mi furia. —Victor, ¿qué vamos a hacer? —Me miró, con la desesperación grabada en cada rasgo de su rostro.
Me recosté en la silla, tratando de calmar mis nervios mientras Jessica hablaba. Ella estaba muy segura de sí misma, pero yo podía oír el temblor en su voz. —¿De verdad crees que darle a Henry las drogas que pide hará que libere a Elena? —pregunté, con palabras cargadas de duda. Podía sentir el peso de la decisión presionándome. Pero Jessica tenía razón; Henry nos había dado dos días y no podía permitirme perder ni un minuto más.
Jessica asintió con la mirada fija en el suelo. «Es la única manera, Víctor. Si no accedemos, la vida de Elena corre peligro. Henry no es de los que se echan atrás».
Odiaba aquello. La idea de entregar todo lo que teníamos, todas las drogas duras, me hacía hervir la sangre. Pero la realidad era clara: Henry tenía todas las cartas y yo no podía jugar otra mano. No sin arriesgar la vida de Elena. —Está bien —dije entre dientes—. Lo haremos como tú dices.
Los ojos de Jessica se iluminaron, pero su expresión seguía siendo sombría. No parecía aliviada, solo resignada. —Es nuestra mejor oportunidad —murmuró, como si intentara convencerse a sí misma más que a mí.
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Mientras se marchaba para poner su plan en marcha, mi mente no dejaba de dar vueltas. Todavía había una pregunta que me atormentaba: ¿cómo demonios había conseguido Henry secuestrar a Elena delante de mis narices? Teníamos la mansión rodeada de guardias, cámaras por todas partes y, sin embargo, de alguna manera, se la habían llevado. Fui directamente a la sala de seguridad.
Las pantallas parpadeaban mientras revisaba las imágenes, con el corazón latiéndome a mil por hora. Cuanto más veía, más confundido estaba. No había habido forcejeo. Ni pelea. Ni rastro de que Elena hubiera sido arrastrada. De hecho, había salido de la mansión por su propio pie, como si se marchara por voluntad propia.
Me quedé paralizado, reproduciendo el vídeo una y otra vez. Algo no me cuadraba. Elena no se habría marchado así. No habría salido de allí de esa manera. La conocía. Era decidida, pero no estúpida. No podía haberse ido por su cuenta. ¿O sí? Mi mente se aceleró mientras trataba de encontrarle sentido. Las imágenes eran claras: no la habían obligado. Estaba tranquila, casi como si la estuvieran guiando, o tal vez incluso engañando. Pero ¿quién la había convencido de irse? ¿Y por qué?
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