Un Destino Sellado por la Mafia - Capítulo 111
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Capítulo 111:
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Los minutos se hicieron eternos, pero finalmente Víctor terminó. Se apartó de mí, jadeando, pero con una clara expresión de satisfacción. Yo permanecí allí, inmóvil y en silencio, esperando el momento adecuado para actuar.
«Hasta luego», dijo, levantándose y vistiéndose como si nada hubiera pasado. No respondí, solo asentí con la cabeza, mirándolo mientras salía de la habitación.
En cuanto se cerró la puerta, entré en acción. Cogí mis zapatos, con el corazón a mil por hora, abrí la puerta en silencio y salí a hurtadillas. No había mucho tiempo. Henry, el psicópata, era mi última esperanza. Y no estaba dispuesto a desperdiciar la oportunidad.
Después de pensarlo mucho, finalmente tomé la decisión de llamar a Henry. Le dije que aceptaba. Unas horas más tarde, mi teléfono vibró con un mensaje de texto suyo. Me envió una dirección en algún lugar de Nueva Jersey. Su mensaje era breve pero claro: «No traigas a nadie contigo. Si lo haces, lo sabré». Esa advertencia me heló la sangre, pero la ignoré. Con la confianza tambaleante, pero sin perderla del todo, me metí en el coche y conduje hasta el lugar.
Al llegar, lo único que vi fue una casa vieja y abandonada. El lugar parecía no haber visto la luz del sol en años. Dudé un momento antes de sacar el teléfono y llamar a Henry. Pero no respondió.
La frustración y los nervios comenzaron a apoderarse de mí, así que le envié un mensaje de texto. «Estoy aquí».
Pasaron los minutos y, justo cuando empezaba a pensar que había cometido un error, sentí algo detrás de mí. Antes de que pudiera reaccionar, me colocaron una bolsa negra en la cabeza. Unas manos fuertes me agarraron y me arrastraron, sin poder ver ni defenderme. Mi corazón latía con fuerza mientras me llevaban a un lugar desconocido.
Después de lo que me pareció una eternidad, dejaron de caminar y finalmente me quitaron la bolsa. Parpadeé, tratando de adaptarme a la luz, y cuando mi visión se aclaró, no podía creer lo que veía. El lugar no se parecía en nada a la casa destartalada que había visto desde fuera. Era una operación de drogas bien organizada.
Por todas partes había mujeres hermosas, completamente desnudas, empaquetando y organizando drogas con precisión. Los hombres estaban de pie alrededor, vigilando todo con atención. Era como algo sacado de una película. Todo estaba perfecto. Limpio. Eficiente.
Mientras me sentaba, esperando a que me atendieran, mi mente comenzó a dar vueltas con ideas sobre cómo podría mejorar mi propio negocio de drogas. La forma en que manejaban las cosas aquí era de otro nivel.
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Y entonces la vi.
Una de las mujeres me llamó la atención de inmediato. Tenía todo lo que yo buscaba en una mujer: belleza, confianza y algo más que no podía definir. No podía dejar de mirarla. Era fascinante. Sentí una atracción, como si tuviera que acercarme a ella. Lentamente, me levanté, dispuesto a acercarme, pero justo cuando di un paso, uno de los guardias me apuntó con un arma.
«Siéntate», dijo con voz baja y amenazante.
Sonreí, tratando de parecer tranquilo. Me lamí los labios y volví a mirar a la chica. «Pronto seré tu jefe», dije en voz baja, volviendo a sentarme. Pero no le quité los ojos de encima.
Mientras estaba allí sentado, esperando a Henry, no podía dejar de pensar en ella. Era todo lo que quería. Ni siquiera sabía su nombre, pero ya estaba planeando cómo conseguir que se pusiera de mi lado. Todo aquel lugar me hacía pensar en el futuro, en lo que podría ser mío si jugaba bien mis cartas. Pero, incluso mientras tramaba mis planes, mi atención seguía volviendo hacia ella. Sin embargo, sabía que tenía que mantener la cabeza fría. La reunión con Henry era solo el primer paso. La verdadera prueba aún estaba por llegar.
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